"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla... está hecho" (Groucho Marx)

18 abr 2015

La que no se llamaba Ana




Supongo que debería haber sabido donde me metía cuando conocí a aquella mujer en aquel bar. Supongo que nunca debería haber entrado pero cuando las ganas de mear son iguales a las ganas de beber y ambas son exageradas, entonces te metes en cualquier lugar donde puedas hacer una parada técnica y volver a la pista de carreras lo antes posible. Desconfíen ustedes de cualquier establecimiento con los cristales tintados porque quien tiene algo que esconder, suele esconderlo. El bar donde entré tenía los cristales tintados y una extraña corona de espinas de metal por pomo de puerta con la que era imposible no sentir cierto dolor al tirar de él. Pero afuera ponía “Bar” y cuatro letras más que yo desconocía su significado. Con “Bar” tenía más que suficiente. 

El interior del bar era oscuro, con una larga barra forrada en cuero negro y cadenas colgadas por las paredes. La iluminación era una especie de lámparas que imitaban a cirios de iglesia. Había unas cuantas mesas de metal viejo con extrañas sillas, pero nadie a excepción de una rubia al final de la barra y un camarero lleno de tatuajes y piercings, vestido tambien con unos extraños pantalones de cuero. Solo los pantalones. Menudo lugar.

Pedí una cerveza y fui al baño, otro lugar tan oscuro y extraño como el resto, pero la cerveza estaba fresca. Más que suficiente para mi. Transcurrida media docena de botellines decidí que ya había juntado el valor suficiente para intentar ligar con el único cliente.

La mujer se llamaba Ana, o al menos eso pude entender. Una hembra imponente, rubia, de pelo corto mal teñido, con varios tatuajes por el cuello y los brazos. Vestía pantalones cortos y una especie de camiseta rota por varios lados. Era tan grande como pesada pero eso a mí no me importaba. Las mujeres son como la carne, cuanto más caras y pesadas mejor (sé que con esta frase acabo de ganarme la simpatía de todas las feministas que me leen, si es que quedaba alguna, claro).

Me preguntó si quería tener una sesión con ella. Cuando una mujer me pregunta algo así lo primero que contesto es que no tengo dinero. Y además es cierto, no tengo. Ana sonrió y dijo que no importaba. Nunca cobraba por sus servicios, lo hacía por placer. ¿Entonces qué diablos era ella? ¿Una prostituta con buen corazón y mal ojo para los negocios? ¿Una inspectora de hacienda que hace la vista gorda? ¿Una levantadora olímpica de peso que quería entrenar conmigo? Que importaba eso, las tres opciones me resultaban atrayentes. Y por vez primera en muchos días (quizás años) conseguía pasar de un “hola” a un “ven a mi casa” en menos de seis horas.

Vale, nunca me había sucedido antes.

La casa de Ana era igual de sinestra que todo lo sucedido en las ultimas dos horas, también con cadenas por las paredes, una especie de látigos y ropa de cuero por todos lados. Que curiosa manera de decorar una casa.

Ana me dejó solo en el comedor y al poco rato apareció vestida con una especie de body de cuero, medias negras y una máscara también de cuero. Podía parecer extraño y estoy seguro que algunos de ustedes habrían salido corriendo nada mas ver aquello. Pero más extraño resultaba que una mujer quiera fornicar conmigo y allí estaba ello frente a una mujer como aquella. Dudas fuera.

Ana me dijo que le apetecía atarme. Le dije que podía hacerlo. En realidad le dije que podía atarme, untarme de miel y asarme al horno si le apetecía. Con una mujer asi frente a ti, debes estar dispuesto a casi todo. Ana rió y me dio una fuerte bofetada.

Aquel gesto no me hizo demasiada gracia, pero siempre he preferido una bofetada y un polvo que una bofetada y un desprecio.

Ana me ató sobre la cama, completamente desnudo y boca abajo. Dacó un largo látigo de cuero que levantó sobre su cabeza dispuesto a descargarlo sobre mí. ¿De qué iba todo aquello?

-Un momento, un momento –protesté- No iras a pegarme con eso ¿verdad Ana?
-¿Ana? –preguntó ella con el látigo aun suspendido en el aire a punto de caer sobre mis orondas nalgas-. ¿Quién diablos es Ana?
-Tú, me dijiste que te llamabas Ana.
-Te dije que me llamases Ama. ¿Eres idiota o que te pasa? ¿No sabes dónde te metes o qué?
-Me metí en un bar porque tenía sed y ganas de mear, solo eso.
-Era un bar BDSM.
-Sí, ya lo vi… por cierto ¿Qué significa BDSM?
-Ahora lo descubrirás, perro –y al decir comenzó a descargar con furia el látigo sobre mis nalgas desnudas.

No pude escapar de allí hasta pasada una hora más o menos, cuando durante una pausa conseguí librarme de cuerdas y nudo para salir corriendo como alma que lleva el diablo, completamente desnudo y las nalgas como la bandera de Japón.

Desde entonces, y ha pasado ya más de una semana, no puedo sentarme en ninguna silla. Pero lo más doloroso no es eso, lo que realmente duele como nunca antes había experimentado es que necesito volver a aquel bar a volver a hablar con aquella mujer. Pero esperaré a que pase ciertas inflamaciones en ciertas partes de mi anatomía.


16 comentarios:

  1. Ay,pobrecito mío,que me lo desgracian.Yo tampoco sé lo que significan las siglas BSDM pero no sé si hubiese accedido a tomarme allí una birra,con uno esgrimiendo un látigo.No sé,igual me pasaba como a tí.

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    1. Yo es que soy tan sufrido que hace una semana que me siento encima de un flotador. Lo sufro en silencio, eso si. Bueno, ahora ya no.

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  2. Al final parece que le ha pillado el gustillo a la que no se llamaba Ana.

    Cordiales saludos.

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    1. ¿Gustito? Bueno... tambien dolor. La tal Ana era como la comida mejicana, maravillosa cuando sucede pero dolorosa después.

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  3. Me resulta extraña la actitud de su ama. Esas prácticas sólo suelen ser satisfactorias cuando son consensuadas y consentidas por ambos partícipes (tengo entendido). Si hay algo relacionado con el sadismo ya no estaríamos en el campo del BDSM. Además, no pierda Ud. la esperanza, que sean aficiones sexuales no convencionales no quiere dcir que se excluya el sexo normal. Puede probar con Mitosyl, que utilizan también los ciclistas.

    Saludos cordiales.

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    1. Lo que se aprende con usted, querido...

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  4. Tiene uno que salir meadito de casa. Y dé gracias a que lo puso boca abajo, de lo contrario igual ahora todavía se la estaba buscando.

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    1. Yo salgo siempre meadito de casa, el problema es que me paro en cada bar que encuentro.

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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    1. y me encanta la hello Kitty BDSM.... jajajaja que cuchiii

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    2. A falta de modelos reales pues pongo un dibujo (en efecto, es una indirecta, querida)

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  6. En ocasiones una buena azotaina en la anatomía es el mejor camino para conseguir una “ana-to-suya”.

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    1. Oiga, aqui el unico que hace chistes buenos soy yo. Que sea la última vez o se llevará una buena azotaina.

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  7. Podrías bordar "siempre he preferido una bofetada y un polvo que una bofetada y un desprecio" como lema en tus calconcillos. Probablemente ocuparían toda la cinturilla y, dando la vuelta en el brasero, la ama lectora sabrá a qué atenerse.

    Gracias

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    1. No uso calzoncillos, querido Alberto. Y lo que mas me preocupa de todo esto es porque le estoy hablando de mi ropa interior a otro hombre...

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  8. Pues ya entiende mas que yo, querida.

    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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