"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla... está hecho" (Groucho Marx)

30 ago 2011

Ingeniería alimentaria




Estoy firmemente convencido de que la estupidez humana no conoce límites. Lo digo con conocimiento de causa. Uno de los ejemplos más evidente es la nueva manera de venderos la comida (teóricamente) sana. Por ejemplo: las tostadas cinco cereales. ¿Realmente hay alguien en el mundo capaz de distinguir cinco sabores diferentes de cinco cereales diferentes? De acuerdo, no lo ponen por el sabor. ¿Por qué entonces? ¿Por los beneficios para la salud? A mí siempre me dijeron que es sano tomar cereal, no cinco cereales. Es como que el médico te diga “has de comer pescado” y te comas cinco pequeñas porciones de cinco pescados diferentes en la misma comida. ¿De qué diablos serviría eso? El cereal es cereal y el pescado es pescado.

Queda claro pues que se trata de una estrategia comercial, cuanto más cereales más sano creemos que es. ¿Pero entonces porque cinco y no cuatro o seis? O es mas… ¿no creen que venderían más si dicen “tostadas con dos docenas de cereales y media docena de cromos de Pokemon"?

Desconozco cuantos tipos de cereales hay en el planeta tierra pero gracias a Dios y al ADSL he encontrado en Internet que existen listas interminables de cereales donde dicen que los más "conocidos" son los siguientes:  arroz, maíz, trigo, escanda, cebada, avena, mijo, sorgo, quinua, centeno, espelta, sémola y el fonio. ¿Escanda, quinua y fonio son "conocidos"? Internet es una fuente tan inagotable de conocimiento como inexacta.

Así pues, procedo a coger mi maravilloso paquete de tostadas cinco cereales y miro cuales lleva: trigo, cebada, avena, centeno, lino, girasol, sésamo, mijo… ¡Eh, eso son 8! Entonces miro bien el envoltorio y veo que en realidad pone “Pan Multicereales, 5 cereales y 3 semillas, tostado a fuego lento”. Buen ejemplo de la ingeniería alimentaria. No perderé el tiempo intentando distinguir que es semilla y que es cereal (porque al fin y al cabo los cinco cereales también fueron cinco semillas y las tres semillas son tres cereales ¿no?). Tengo que dejar de escribir entradas en el blog después de beber Gin-Tonic. Un momento, voy a coger la botella de Ginebra para comprobar cuantos cereales lleva.

Maldita sea... ahora van a reírse de verdad. La ginebra que acabo de beber está destilada de nuez moscada, jengibre, regaliz, uva, lima, coriandro y cardamomo. Y alcohol, supongo.

Ahora está claro: la próxima vez que vaya a comprar al supermercado iré acompañado de Stephen Hawking. Además, así me ahorro tener que llevar un carrito de supermercado…



25 ago 2011

La muchacha de la mirada melancólica (3)




Después del desafortunado incidente con la rosa (mas bien con sus pinchos...) he de confesar que me obligué a exiliarme unos días del jardín del pecado, residencia habitual de lectura de la muchacha de la mirada melancólica. Alejado de mis sentimientos y del posible pecado. Alejado por la vergüenza también. Refugiado en mi infecta madriguera y recuperándome de unas cuantas espinas de rosa clavadas en la parte más vergonzosa de mi anatomía y también clavadas en  lo más profundo de mi orgullo. Lo cual podría definir perfectamente lo que siempre ha sido mi relación con las mujeres.

Una semana más tarde y aun malherido en todas mis orondas dimensiones, volví al parque. Allí estaba ella, magnífica como siempre, leyendo el mismo libro de siempre, con la luz reflejándose en su pelo como maravillosamente siempre. Vale, de acuerdo, he de reconocer que me encontraba en un túnel sin salida. Pero una mujer como esa no se encuentra cualquier día ni en cualquier lugar. Debía tragarme todo eso para volver a intentarlo. La historia no la escriben los cobardes (sino los historiadores).

Esta vez no me senté a su lado sino que me quedé de pie, a una distancia prudencial, sin decir nada, sin mover un solo músculo de mi cuerpo.

Después de dos horas la muchacha cerró de golpe su libro y me clavó dolorosamente un magnífico ejemplo de mirada de desprecio. No la culpo. A esas alturas después de dos horas al sol estaba yo sudando como el cerdo que siempre he sido y sentía las piernas como si alguien estuviese jugando conmigo y un aturdidor eléctrico. Menos mal, no hubiese aguantado ni cinco minutos más.

-¿Qué quieres ahora? –preguntó ella.
-¿Podemos hablar?
-No.
-Pues ya estamos hablado. ¿Ve usted? A veces hacemos cosas sin darnos cuenta.
-Vete, quiero acabar el libro.
-¿Cuántas veces ha leído usted “El lobo estepario”?
-Media docena de veces.
-¿Entonces qué prisa hay por querer acabarlo?
-No quiero saber nada de tí, en serio. Esto es enfermizo. Tu eres enfermizo.
-Es por mi físico ¿no?
-No soy tan superficial. Aunque es verdad que tú no eres mi tipo y eso no es un buen comienzo.
-Nadie es como parece en realidad. Míreme, dentro de este cuerpo grueso y desafortunado rostro hay un tipo sencillo y romántico que solo quiere ser feliz.
-De la misma manera yo puedo ser diferente de la imagen de quien te has enamorado.

Intenté que mi cerebro se detuviese por unos instantes. Estaba maquinando tantas cosas que temía que ella escuchase los oxidados engranajes de su cerebro.  Fue fácil conseguirlo, la mayoría del tiempo soy incapaz de pensar. A pesar de eso la muchacha adivinó que yo continuaba maquinando. Hay personas que son capaces de interpretar el lenguaje gestual de los demás como si de literatura se tratase. Había conseguido dejar de pensar pero no había recordado que continuaba babeando frente a ella. Demasiado evidente.

-Tiene usted razón –dije rápidamente-. Para eso está el noviazgo, para conocerse.
-No vamos a ser novios. Olvida eso.
-¿Amigos?
-No creo.
-¿Podemos saludarnos por la calle cuando nos crucemos? Me haría mucha ilusión que una muchacha como usted me saludase por la calle. Eso subiría mi autoestima. Y me haría un poco más popular en el barrio.
-¿Quieres conocerme porque eso te subiría la autoestima y te haría parecer mejor de cara a los demás?
-No quería decir eso.
-Pues es exactamente lo que has dicho. No deberías buscar una mujer guapa para parecer mejor.
-Supongo que tiene usted razón.
-Espero que algún día ames a alguien por lo que es esa persona y no por lo que quieres ser tu.
-¿Qué edad tiene usted?
-Dieciocho años.
-Entonces yo espero algún día tener la sabiduría de una muchacha de dieciocho años y mirada melancólica.
-Mi mirada no es melancólica. Es como tú quieres verme.

Supongo que tenía razón. En realidad no importa demasiado si tenía o no razón. Lo único que me importaba en esos momentos es que acababa de perderla. Supuse que al volver a mi casa revisaría mentalmente la conversación y encontraría una solución o un motivo pero no podía apartar de mi cabeza que el único culpable de lo que había sucedido era solamente yo. Puede que aquella muchacha tuviese razón. Puede que el problema siempre hubiese estado en mi campo de juego y no en el de los cientos de mujeres que a diario me rechazan. ¿Qué es lo que busco yo en una mujer? Sexo, por supuesto. Soy hombre y no puedo luchar contra mi herencia genética. Pero si consigo la improbable hazaña de olvidarme del sexo por unos instantes… ¿entonces qué busco en una mujer? Para dar con la respuesta tuve que darme dos duchas de agua fría y cubrir mis accidentadas partes con una bolsa de hielo. Así que una vez que hube descartado el valor “sexo” de la ecuación “mujer” me di cuenta de que la solución estaba ahí. No hacía falta ser matemático. Y la solución era la misma que me había dado la muchacha de la mirada melancólica. Lo único que busco en las mujeres es que los demás crean que soy capaz de tener una mujer en mi vida. Y cuanto más hermosa es la mujer, mejor. No me importa que sea una asesina en serie o tenga su casa decorada con doscientos gatos chinos de esos que mueven el brazo arriba y abajo. Lo único que quiero es que la mujer esté buena para ser la envidia del barrio. Y la muchacha de la mirada melancólica puede que no fuese la mujer ideal para un tipo como yo pero era hermosa y joven a rabiar y eso era lo único que a mi parecía importarme.

Puede que todos ustedes ya hayan superado esa etapa de superficialidad. Yo tengo 44 años y aun creo que las mujeres del poster central del Playboy sería perfectas para mi, obviando mi desafortunada imagen reflejada en el espejo. A lo más que puedo acceder alguien como yo... es a alguien como yo. Porque desengáñense ustedes, las modelos del Playboy, además de estar buenísimas y ser mentira, también son superficiales. Como el 99% de la población.

Nunca más he vuelto a ese parque ni tampoco he visto a la muchacha de la mirada melancólica. Bueno, no exactamente. Esa misma noche, fui hasta el parque y dejé un sobre pegado en el banco donde ella se sentaba. Un sobre que por fuera tenía escrito el nombre “De Lobo Estepario a Muchacha de mirada melancólica” y dentro había escrito mi número de teléfono.

Además de gilipollas y superficial también soy un tipo que, aunque no cree en Dios, cree en los milagros.



22 ago 2011

La muchacha de la mirada melancólica (2)




Volví a encontrarla al día siguiente en el mismo parque, con igual mirada melancólica instalada en el fondo de sus ojos, leyendo el mismo libro viejo y arrugado. Podía ser una pose, pero parecía tan auténtica como un dolor de muelas. Solo que sin el dolor en si. Al verme llegar levantó sus maravillosos ojos del libro y fingió expresión de desagrado. Es una expresión que conozco perfectamente pero que no me afecta. Todas las mujeres ponen esa cara cuando me ven. Y uno acaba acostumbrándose a todo. Tomé asiento a su lado, no demasiado cerca pero tampoco demasiado lejos. Esa mañana me había duchado y bañado en colonia de 2 euros el litro. Tampoco era cuestión de desaprovechar tan magno acontecimiento. La muchacha se separó de mi todo lo que pudo sin caer del banco de madera. Buena señal. No había cambiado de banco, no había salido corriendo, no me había clavado una navaja en el muslo.

-¿Se acuerda de mi? -pregunté juntando las manos como un peregrino del JMJ al paso del santo padre.
-Fernando.

Sorprendente, se acordaba.
-Vaya, es la primera mujer que se acuerda de mi nombre de pila. Todas me llaman Gilipollas o "ese gordo que siempre me sigue". No se asuste, con mi tamaño todas las mujeres creen que las sigo.
-A mi me estás siguiendo desde hace meses.
-Tiene usted razón. ¿Y ahora que?
-Pues ahora como pasó ayer, te vas y me dejas que continue leyendo.
-¿No tengo ninguna posibilidad?
-¿Que edad tienes?
-44 años.
-Yo tengo 18 años, no podríamos ser ni padre e hija.
-Yo no quiero una hija.
-Ya se, solo quieres conocerme. Eso dijiste. Pero mírate y mírame.
-Es porque soy gordo, feo y calvo ¿verdad?
-No me importa si un hombre es gordo o feo. Me importa su interior.
-Yo tengo un interior maravilloso, puedo traerle radiografías si lo desea. Todo en su sitio, vísceras, huesos, tendones. Los huesos un poco anchos, pero viene de familia.
-No se si haces ver que eres gilipollas o realmente lo eres. ¿Por que continuas intentándolo?
-Cuando la pregunté si estaba segura de que no me iba a dejar concerla me dijo "creo que si". No fue un "si" rotundo.
-¿Solo por eso?
-Por esos y por sus ojos. He comenzado a leer a Herman Hesse.
-¿Y que tal?
-Supongo que debería decir que es bueno pero no lo se. No he entendido absolutamente nada. Se supone que trata sobre un lobo pero no aparece ningún lobo.

La muchacha intentó explicarme de que iba "El lobo estepario" pero seguía sin entenderlo. ¿Dónde diablos estaba el lobo? Es como si titulo a una novela "Las zorras calientes" y cuento sobre un convento de dominicos. Bueno, tampoco eso. 

-Déjeme conocerla -supliqué poniéndome de rodillas.

La mujer miró a ambos lados como para asegurarse que nadie podía reconocerla acompañada de alguien como yo  arrodillado a sus pies. En esos momentos metí mi mano en una bolsa de plástico que llevaba y saqué una rosa que acababa de comprar. De hecho todas sus púas acababan de clavarse en mis dedos. Pero no se preocupen, el dolor me hizo llorar y eso pareció enternecerla. 

O puede que no.

-Esto es ridículo -comenzó ella- debería ser bonito, debería sentirme orgullosa pero resulta que es patético y siento terror. Mira... estás sangrando.

Y en esos momentos la mujer me cogió la mano para ayudarme a desclavar la rosa firmemente anclada en mi carne. De repente, el contacto de su piel con mi piel hizo que los cielos se tornasen de un color rosa intenso mientras una suerte de querubines con maravillosas pelucas de algodón de azúcar comenzaron a entonar dulces canciones de Rafaella Carrá. Supongo que si el amor existe era lo mas parecido a lo que acababa de suceder. Si los querubines hubiesen venido con cervezas bien frías eso ya hubiese sido perfecto.
Entonces vi su rostro horrorizado observando mi entrepierna. Aunque debería haber dicho mi dura y evidente entrepierna. Que quieren que les diga, no estoy acostumbrado a que una mujer como esa me toque. Intenté ocultar aquella erección imposible de ocultar pero no conseguí mas que clavar las espinas de la rosa a través del fino pantalón de algodón en mi miembro.

Ni que decir tiene que cuando pude deshacer tan doloroso entuerto, ella había desaparecido. 

Pero devuelvan a los ojos esas lágrimas que empiezan a rodar por sus mejillas. Está historia aun no ha acabado.







19 ago 2011

Trucos para ser comentarista de fútbol



Ya saben ustedes que el magno y centenario deporte del balompié no es precisamente mi actividad favorita ni por activa ni por pasiva, obvio. Alguien como yo no puede encontrar placer en ver a 22 hombres sudando. No obstante que algo no me guste no significa que no pueda utilizarlo para un fin. Ganar dinero. Y no hablo de ser jugador de fútbol, ni por edad ni por tamaño ni por aptitudes podría hacerlo. Me refiero aso que es el sesudo análisis de los partidos. Por fin he encontrado cual es mi verdadera vocación: ser comentarista de fútbol. He descubierto que no hace falta ser inteligente, tampoco entender de fútbol, ni tan solo ser ocurrente o divertido. Simplemente hay que ser mas obvio que un trozo de madera alcornoque de 2x2. Hoy en día no hace falta entender de fútbol, solo hay que soltar unas cuantas frases obvias y decir el nombre del tipo que lleva la pelota, lo cual no es demasiado difícil atendiendo a que llevan el nombre en la espalda. Respecto a las frases obvias aquí van unas cuantas con explicaciones o consejos sobre ellas. He de decir que aunque ustedes siempre han creído que este blog es pura ficción, estas frases son totalmente reales. Reales pero no borbones (festival del humor)

"Hoy en día ya no hay equipos pequeños". Otra frase obvia, jugar once tipos de 1,80 contra enanos, además de ilegal, sería inmoral. Eso si, sería muy divertido. Esta frase se puede utilizar en cualquier momento del partido, incluso en el descanso.

"El fútbol es así". Gran frase balompédica que viene a ser como el santo grial, la espada arturica o las bragas de Penelope Cruz (iconos que los hombres siempre hemos estado buscando incansablemente durante años). "El fútbol es así" suele decirse casi siempre que no entendemos lo que sucede en el rectángulo de juego (en mi caso, siempre) aunque la frase funciona mejor al final del partido como grandioso epilogo de la magna obra que ha sido nuestra retransmisión. Da igual lo que haya sucedido durante el partido porque el fútbol siempre será así.

"Siempre queda tiempo para meter un gol". Si analizamos esta frase a fondo nos daremos cuenta de la vergonzosa obviedad que esconde. Incluso cuando quedan apenas diez segundos de juego sigue quedando tiempo para meter un gol. No obstante esta frase podemos usarla en cualquier momento con pequeñas variaciones como "siempre queda tiempo para remontar" o "siempre queda tiempo para evitar eso" o lo que quieran ustedes. Es de esas frases que, engalanadas de una absoluta torpeza, y sin aclarar absolutamente nada, podemos utilizarla las veces que queramos.

"Ha chutado con la pierna cambiada". Hay que tener cuidado cuando se utiliza esta frase, sobretodo si es un partido de discapacitados que juegan con prótesis de pierna.

"Merecieron un mejor resultado". Otra maravillosa obviedad que se puede soltar siempre a modo de bonito epílogo. Atendiendo a que todos salen a ganar al final siempre hay quien mereció un mejor resultado. Es como jugar a la lotería y decir "merecí ganar". O volver a casa solo y borracho a las cinco de la mañana y decir "merecí ligarme a la rubia aunque fuese fea". Todos merecemos algo mejor, incluso los peores.

"Ha sido un bonito gol". Podríamos dividir las categorías en "bonito" o "feo". Y claro, ahí es donde se complica la cosa. Por suerte existen monedas con cara y cruz. Para la afición que pierde, el gol siempre resultará feo y para la que gana, bonito. Yo, personalmente, odio enfadar a una horda de borrachos con caras pintadas así que siempre voy de parte del que pierde.

"Goles como este no se ven todos los días". Si todos los días viésemos el mismo gol... ¿iríamos al fútbol? Además, no todos los días hay fútbol por lo tanto no todos los días se ven goles. Al analizar con un poco de profundidad frases que parecen ingeniosas nos damos cuenta que son mas simples que la ingeniería de una cuchara. Pero funcionan, que es lo que nos interesa.

"El fútbol son once contra once". Otra de las joyas de la corona de los comentaristas deportivos, es como un grupo de señoras mayores jugando al Poker con media docena de comodines. Se puede utilizar en cualquier momento, suceda lo que suceda. Para llegar a tan ingeniosa deducción tuvieron que acudir a varias universidades para que un grupo de diez profesores de calculo fuesen capaces de dividir 22 entre 2.

"Esto se acaba, señores". Maravillosa frase que se ha de decir cuando queda menos de un minuto para que acabe el partido, independientemente de si nuestra audiencia son señores, señoras o cabras tibetanas.

"El partido no acaba hasta que el arbitro pita el final". Los comentaristas de fútbol demuestran en cada comentario que han estudiado a fondo el reglamento del juego y lo conocen tan a fondo que son capaces de enseñarnos cosas que nunca habríamos adivinado de no ser por ellos lo cual demuestra que para ser comentarista de fútbol hay que estudiar mucho y cada día. No deja de ser una variante de "siempre queda tiempo para meter un gol" pero hábilmente combinadas pueden proporcionarnos horas y horas de relleno.

"Son cosas del fútbol". Evidentemente, si estamos narrando un partido de fútbol no diremos "son cosas de la gimnasia rítmica". Esta frase se puede utilizar siempre que no sepamos explicar lo que ha sucedido. Se suelta alegremente "son cosas del fútbol" y ya puede sacar uno la fiambrera para merendar.

"Un penalti bien chutado siempre es gol". Puede que parezca una nueva obviedad pero no lo es. He visto penaltis mal chutados que han sido gol también. En esta frase podemos admirar los infinitos matices del lenguaje que utilizan los comentaristas.

Receta para ser un buen comentarista de fútbol: escriba todas estas frases en papeles, métalos en una urna y vaya sacándolos al azar para leerlos durante el partido. Da igual en que momento sea. Y sobretodo acuérdese cuando metan un gol de narrarlo hasta el límite del esfuerzo humano. Si no hay goles aproveche para intentar vender el coche de segunda mano de su cuñado a la audiencia con frases como "vaya, ese delantero es tan rápido como el coche de segunda mano que vende mi cuñado" o "esa jugada ha sido preciosa pero el coche de segunda mano que vende mi cuñado es mejor". Recuerden: las sinergias se deben aprovechar en todo momento, sobretodo en tiempos de crisis.  De nada.
 


15 ago 2011

La muchacha de la mirada melancólica




La pregunta es “¿Cuándo decidí que iba a convertirme en un completo gilipollas?”. Supongo que eso es algo imposible de decidir. Como si un día sales a la calle y decides ser católico o ser Spiderman. Necesitas que alguien te ayude con eso, ya sea una araña radioactiva o el mismísimo Dios quien todo lo ve. Supongo que ninguno de los dos dudan de su condición, es difícil rendirse a la evidencia cuando puedes trepar por paredes o asustar a los pecadores con el infierno eterno. En cambio yo dudo si soy un completo gilipollas o solo lo aparento. Necesito destacar en algo y ya que no puedo destacar en nada especialmente relevante he decidido ser el mejor lo peor. ¿A qué viene esta absurda reflexión? Esperen y sigan leyendo.

Había una muchacha en el barrio, de ojos grandes y mirada triste que acostumbraba a estar sentada  en  un parque cercano, no tendría más de dieciocho años y permanecía siempre enroscada sobre si misma en un banco de madera, siempre en la sombra, siempre leyendo a Herman Hesse. Al principio imaginé que el tal Hesse había sido un sanguinario sargento nazi que cometía atroces asesinatos durante la Segunda Guerra Mundial pero al documentarme descubrí que se trataba de un sesudo novelista y perdí todo el interés. Pero la muchacha seguía interesándome. ¿No les ha sucedido que se sienten atraídos por alguien sin saber el motivo? A veces puede ser una palabra, o una mirada o simplemente un ajustado traje de látex de dominatrix. Nunca sabes lo que puede llamarte la atención.


Con el tiempo descubrí que lo que me atraía de esa muchacha era precisamente su melancolía.

A veces tienes que reunir el valor suficiente para hacer algo y no siempre el proceso se toma un día, ni dos, aun menos una semana. Yo tardé más de medio año en reunir el valor suficiente para tomar asiento a su lado y pese a todo cuanto había imaginado, al hacerlo no hubo más magia que la del banco de madera crujiendo bajo mi peso. Ella desvió durante unos segundos la mirada de su libro y después continuó leyendo. Por lo visto el señor Hesse, a pesar de estar muerto, era más interesante que yo. No la culpo: cualquier cosa es más interesante que yo.

Tenía que intentarlo. Adelante Fernando.

-Hola, me llamo Fernando –dije impostando la voz como el tipo que dobla a Russell Crowe- Pídame lo que quiera.

Como no podía ser de otra manera, la muchacha cerró su libro y se largó de aquel escenario como alma que lleva el diablo. Tampoco la culpo. Pero la constancia es una de las pocas virtudes que me adornan así que durante los siguientes cuarenta días continué bajando hasta el parque para decirle lo mismo: “Hola, me llamo Fernando. Pídame lo que quiera”. Siempre imitando a Russell Crowe, en diferentes películas eso si. Un día era "Gladiador", otro día era "Robin Hood" e incluso un día me atreví a imitar al esquizofrénico matemático de "Una mente maravillosa". He de reconocer que ese día no estuve especialmente inspirado.

Hasta que un día ella optó por continuar la conversación.

-Hola, me llamo Fernando. Pídame lo que quiera.
-Lo que quiero es que no me digas cosas así. ¿Por qué lo haces?
-Si lo supiese, dejaría de hacerlo.
-¿Crees que te funcionarán? Nunca.
-Nunca tendré un Ferrari pero no puedo resistirme a pasar cada día por delante del concesionario. No la comparo con un Ferrari, oiga. Usted es cien veces mejor que un Ferrari. 
-Eso no lo sabes.
-Bueno, casi todos los que sueñan con un Ferrari nunca han conducido uno.
-¿Qué quieres de mi?
-Conocerla. Deme un solo motivo coherente para no hacerlo.
-No eres mi tipo.
-Míreme. No soy el tipo de ninguna mujer.
-¿Por qué yo?
-No lo sé, precisamente por eso. Solo necesito conocerla un poco más para averiguarlo.
-Eso no va a ser posible.
-¿Está segura?
-Creo que sí.

Muchos de ustedes contemplarán lo sucedido como una nueva derrota a sumar a los demasiados desprecios que he recibido del universo femenino (golpes, arañazos y cuchilladas incluidas). Pero igual que hay que saber oír, también hay que saber interpretar. Un buen músico no es aquel que mejor toca un instrumento sino el que mejor lo interpreta. Literalmente. Ustedes dirán que la muchacha no quiso saber nada de mí. Pero no es lo mismo “si” que “creo que sí”. La duda no es aliada de la determinación y fue en ese mismo momento, alejándome de mi musa entre aromas de dulce derrota que no pude evitar que una leve sonrisa se dibujase en mi rostro. Las creencias son algo susceptibles de ser cambiadas.

A fe mía que iba a conseguirlo.



11 ago 2011

Mujeres, hombres, coches y viceversa



Siempre me han fascinado los coches. ¿A quien no le fascina tener entre las manos algo que te hace sentir el rey del chiringuito de playa con esos dados de espuma colgados del retrovisor? Por desgracia yo nunca he fascinado a los vendedores de coches ni aun menos al tipo que concede los préstamos en el banco. Quizás por ello en vez de conducir un flamante Aston Martin, tengo un flamante abono de transporte publico guardado en mi cartera. Para lucir coche (igual que para lucir una hermosa mujer del brazo) hay que tener mucho dinero.

Aprovechando que hablamos (hablo) de coches he de decir que quizás mi problema (además de ser pobre) es que con las mujeres suelo ir mas rápido que Fernando Alonso al salir de una despedida de soltero. Es conocerlas y pasar del "hola" al "adiós" en menos de diez segundos con los extras de serie de bofetones o patadas en la parte mas tierna del hombre. Ni los Ferraris van tan rápidos, oigan. Pero también es cierto que mi destino con las mujeres es recibir mamporros por doquier así que no esperaré que alguna me trate bien, a riesgo de acostumbrarme.

Existe la eterna discusión acerca de si los mejores coches son los mas rápidos o los mas robustos. No se puede ser rápido y robusto a no ser que seas un jugador de rugby americano o un atracador de bancos samoano. Las mujeres también etiquetan a los hombres de la misma manera que los hombres etiquetamos a los coches. Los hombre no etiquetamos a las mujeres, para eso ya inventamos los coches. Y lo peor de todo es que algunas mujeres creen que el coche refleja la personalidad del hombre que lo conduce. O viceversa. Eso es falso. A mi me representaría un deportivo elegante y rápido. Pero con mi tamaño no puedo entrar en él. Sería como decir que a las mujeres las define la forma que tienen de lavar los platos. Vale... mal ejemplo. Creo que en estos mismos momentos una horda de feministas armadas con sartenes y rodillos de amasar, está aporreando la puerta de mi infecto hogar. Intentaré solucionar el conflicto argumentando en mi descarga que no conozco a demasiadas mujeres. Bueno, en realidad he conducido tantas mujeres como coches deportivos: cero. En este post sobre motores y mujeres tampoco cometeré el error de caer en el sempiterno tópico de "mujer al volante, peligro constante" porque para mi las mujeres siempre son un peligro, estén conduciendo o planchando los volantes de un vestido plisado de la primera comunión. Dios mio, he vuelto a enfurecer a las feministas. Soy torpe, que quieren que les diga, nunca se me ha dado bien esto de hacer comparaciones porque suelo caer en todos los tópicos.

Por supuesto que me gustaría ser como Keith Richards y que una limusina me llevase a todas partes mientras las fans se lanzan a las ruedas de mi coche justo cuando la expresión "viejo rockero" adquiere todo su significado. Pero la realidad es que soy como el primo con sobrepeso del tipo que un lejano día de 1982 le cambió el aceite a la limusina del bueno de Keith en una gasolinera de Alabama. Y digo "ser como" porque ni de tan lejano parecido puedo enorgullecerme. ¿Qué coche conduzco yo? He conducido muchos pero todos fueron escogidos por la facilidad para entrar y salir de ellos y sobretodo por la capacidad para mover hacia detrás el asiento delantero. Una vez, en un concesionario de Fiat, me senté a probar un Cinquecento y los bomberos tardaron cinco horas y dos litros de aceite de bebé para poder sacarme de él. Yo no soy el problema, el problema es el de siempre, los fabricantes de coches (como los de ropa) creen que todos tienen una talla 38 y así resulta complicado meterse en un coche o en un pantalón de cintura baja. ¿Un taxi? No gracias... si son lectores habituales ya conocen mis desventuras con el taxi. ¿Y que me dicen de los que tenemos defectos? Tengo un amigo gangoso que se compró un Mercedes ultimo modelo con GPS por voz. Una soleada mañana de Domingo mi amigo le dijo al GPS que tenía que ir a Zaragoza (a visitar a sus suegros), el dispositivo entendió que tenía que ir a Zaggouza y al jueves siguiente mi amigo aun estaba buscando a sus suegros a 4000 kilómetros de su casa en los bonitos paisajes de Turquía. Cosa que tampoco es una tragedia, dejémoslo claro.

Conozco a una mujer (llamada Agueda y que está convencida que soy el hombre mas feo del mundo) que escoge a los novios por el coche que tienen, dice que un coche potente le da lo mejor de un hombre: velocidad, dinero y que no sea un pesado en la cama. Si fuese cierto que la potencia sexual de un hombre es inversamente proporcional a la potencia sexual, entonces yo conduciría una lanzadera espacial. ¿Y ven el bono de transporte publico? Pues eso. Los mitos sobre coches, mujeres y hombres son solo eso, mitos.

Excepto que las mujeres no saben aparcar.

Maldita sea, vuelvo a escuchar a las feministas aporreando mi puerta. Voy a abrir, a lo mejor solo quieren un poco de azucar.


7 ago 2011

Superhéroes de verano



Cada vez que voy a ver una película de superhéroes, vuelvo a casa y comienzo a levantar pesas ignorando que con mis 187 kilos es complicado eso que llaman "definir músculo". Mas que "pesas" debería haber dicho "pesos", no tengo aparatos de gimnasia así que utilizo un palo de escoba con un par de gatos atados en cada extremo. No se preocupen por los pobres animales, estamos hablando de un peso muerto (literalmente).  

¿Para que diablos sirve hacer gimnasia? Dicen que las personas con un cuerpo hermoso tienen más posibilidades de éxito en la vida. Incluso aunque hablemos de ficción, de mentira. ¿Conocen algún superhéroe gordo, miope e idiota? Yo tampoco. Que el éxito  comienza en la perfección es algo que ponemos en duda hasta que abrimos el Playboy por las páginas centrales. En la fantasía los gordos solo servimos para hacer de reyes en aventuras épicas o de colegas graciosos en comedias juveniles.  Ahora que pienso, creo que el desplegable del Playboy también es ficción, tiene que serlo. A la fuerza.

Y a pesar de eso, nos esforzamos en ser delgados y fuertes como los superhéroes de las películas. Bueno, me esfuerzo yo. Pero eso sucede porque suelo creerme que con un poco de gimnasia un gordo puede volar, puede lanzar a los malos por el aire y puede seducir a las heroínas en peligro.  No se si recuerdan mis anteriores posts sobre el supergilipollas, pues ahí sigo, intentando convencer a la gente que incluso alguien como yo puede ser un superhéroe. Si Mario Conde ha conseguido un programa de televisión en Intereconomia, todo es posible.

Así pues, después de ver la ultima de las aventuras de superhéroes en el cine ("Capitán America"), volví a casa, hice media hora de pesas (los gatos de nuevo... si) y, enfundado en un pijama de lana vuelto del revés con los calzoncillos por fuera, me lancé a la calle en busca de alguien a quien salvar. 

Porque desengañémonos, un superhéroe sin una heroína no es nadie.  

  • Primer consejo: no busquen a la heroína en los barrios marginales de las afueras de la ciudad. Drogarse es incompatible con la vida sana del héroe urbano.   
  • Segundo consejo: si van a convertirse en superhéroes no utilicen lana en pleno mes de agosto. Sobretodo de la que pica.
  • Tercer consejo: pesar 187 kilos no es el peso ideal de un superhéroe. Levanten muchos gatos muertos antes de tan siquiera intentarlo.

De vuelta a casa, sudando y después de ser apaleado por dos ancianas con sus bolsos que me confundieron con los maleantes a los que persigo (con mi pinta, no las culpo), me crucé con una vecina que volvía de hacer la compra. Me ofrecí a ayudarla a cargar con las bolsas, un superhéroe ha de ser útil, sino es simplemente un señor raro vestido con un traje raro. Que es mi caso. 

La mujer dio dos pasos hacia atrás, recelosa.  Apretando un kilo de naranjas y una botella de leche contra su pecho.  

-¿Quién eres?  -preguntó ella. 
-Supergilipollas, el héroe definitivo. 
-¿Los superhéroes visten con un pijama y parecen haber sido golpeados por dos viejas en la otra esquina? 
-¿Lo ha visto? 
-Lo han visto todos. 
-Verano es una mala época para los superhéroes. Déjeme llevarle la bolsa, al menos seré útil. 
-Un superhéroe debería servir para algo mas que para cargar con bolsas de supermercado. 
-Vamos, deme una oportunidad. He tenido un día difícil. 
-No tiene pinta de superhéroe. Debería ir al gimnasio. 
-¿Usted va al gimnasio? 
-Tres veces a la semana. 
-¿Eso es sano? 
-Mas sano que ponerse un pijama de algodón en pleno mes de agosto y dejar que dos viejecitas te apaleen. 
-Un poco de compasión, señorita... 

La mujer se dio la vuelta y desapareció. Yo hice lo mismo pero por otro camino, uno que pasa directamente por un callejón lleno de gatos. Debía conseguir mas peso para mis ejercicios. 

Dicen que los superhéroes son los que conquistan a las muchachas mas hermosas. Quizás porque están guapos enfundados en mallas. Aunque yo he de decirles a todas ustedes (incluso a mi desconfiada vecina) que desconfíen de un hombre a quien las mallas le queden bien. He visto demasiados de esos en el bar "Machos & aceite". Bueno... eso me han dicho. 

Y ahora debo dejarles, he de volver a mi rutina de levantamiento de gatos muertos. No se ofendan, ya estaban muertos cuando los encontré. Casi todos.