"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla... está hecho" (Groucho Marx)

19 feb 2013

No creo en Dios.


No creo en Dios y espero que ustedes no me juzguen por eso de la misma manera que yo no juzgo a la gente que duerme con cabras. Cada persona es libre de pensar lo que quiera en esta prisión que es nuestra sociedad. Ustedes crean en Dios, de acuerdo, pero les ruego que cuando vuelva decir que no creo en Dios no aparezca alguien dispuesto a interrogarme sobre lo qué sucederá con mi cuerpo después de muerto, o a hablarme sobre el cielo, sobre la bondad del más allá, sobre un mundo sin hipotecas. Cuando eso sucede, saco de mi cartera un viejo recorte de un diario que explica -con más detalle de los necesarios- lo que un tal George -un necrófilo capturado por la policía- hacia con los cadáveres en una funeraria de California. Estoy convencido que es más probable que un señor de California que se llame George abuse de mi cadáver que ir a un cielo lleno de querubines sin sexo tocando trompetas. Entiéndanme, cada uno es libre de pensar en lo que desee pero de la misma manera que es una putada que alguien pueda sugerir que George de California vejará tu cadáver (como acabo yo de hacer) es también una putada que alguien te hable de una vida eterna que nadie ha podido demostrar que existe. Por supuesto que tengo mis momentos de debilidad y creo en Dios, sobre todo cuando veo los desfiles de Victoria’s Secrets pero mi Dios, aunque se le haya ido un poco la mano con la silicona, no mete miedo a nadie. No puedo creer en una religión que castiga el placer solo por el hecho de ser placer. ¡Por el amor de Dios! (nunca mejor dicho). No tengo sexo para procrear, tengo sexo para que me tiemble el alma, aunque sea sexo conmigo mismo. ¿Dios me ama? Pues que me permita amarme a mí mismo o amar a los demás con la libertad de no tener cien hijos ni acabar en el infierno por masturbador compulsivo. ¿O es que Dios solo ama a los que creen en él? Eso es algo que nunca me ha parecido justo, que un señor invisible que vive por encima de nuestras cabezas solo ame a los que creen en él. ¡Pero si eres invisible tio! ¿Cómo puede creer nadie en algo que nadie ha visto? Creo que llegamos a la luna y creo en los orgasmos múltiples aunque nunca lo haya visto en persona. Pero hay evidencias de ello. Sobre todo de la llegada al hombre a la Luna. Lo de los orgasmos múltiples es más cuestionable. O sea, que para ser católico debo creer en alguien a quien no puedo ver, no puedo tener sexo ocasional y con todo eso conseguiré ir al cielo cuando muera. ¿Qué sucede entonces con los pilotos de avión y las azafatas? Esos ya están en el cielo y estoy seguro que tienen más sexo ocasional del que puede tener nadie. ¿Por qué debo rezar a alguien que no ha hecho nada por mí? No lo entiendo. De verdad que me gustaría ser católico y cantar todas esas bonitas canciones los domingos en misa pero sucede que no entra en mi cabeza el hecho que deba agradecer a alguien que no puedo ver cosas que no se si ha hecho. Porque si realmente Dios es responsable de todos nuestros actos no entiendo porque permite tantas desgracias. Entiendo que ese señor invisible quiera poner a prueba a su creación. Pero si yo me compro un coche no lo despeño por un barranco a ver si se abolla. Dios nos hizo débiles… Es así ¿no? Pues que deje de putearnos. O eso o es simplemente que no existe Dios.

No les discuto a mis amigos que crean en Dios. Que lo hagan, lo respeto. Pero por eso precisamente no les permito que me discutan que yo no crea en Dios. Odio que nadie me quiera convencer en cinco minutos de algo sobre lo que llevo pensando toda la vida. No creo en Dios, solo creo en el sexo esporádico y en las modelos de Victoria’s Secret.

Aunque ahora que lo pienso, si estas dos últimas cosas fuesen juntas posiblemente sí creería en algún tipo de Dios.


8 feb 2013

Ese (maravilloso) deseo de matar


Entiendo que el titulo de este texto puede provocar rechazo pero permítanme pedirles unos segundos de fianza y verán que la dirección de todo esto es más correcta de lo que parece. El caso es que llevo un tiempo deseando la muerte de otra persona, no se trata de un deseo fingido, tampoco una ensoñación pasajera, aun menos de una broma familiar. Estoy hablando de un deseo en toda regla que te lleva a buscar catálogos de armas en Internet o averiguar cuantas pastillas necesita alguien para morir por sobredosis. Pero no me sean dignos, todos hemos deseado eso en algún momento u otro. La muerte ajena. Jefes, amigos, ex parejas, suegras o (como es mi caso) mi cuñado. Deseo matar a mi cuñado con todas mis fuerzas, quiero a mi hermana de manera inversamente proporcional al deseo que me une al señor con el que ella unió su vida. Debéis saber que por mucho que congeniemos con el sujeto A y por mucho que al sujeto A le guste el sujeto B, nada nos asegura que nosotros (el sujeto C) congeniaremos con el sujeto B.
La regla es simple:
A congenia con B
A congenia con C
B desea matar a C

¿Por qué es así? Ni idea, solo soy el que escribe las fórmulas en la pizarra y desea asesinar a su cuñado ahogándolo con ambas manos. Sepan también ustedes que mi cuñado y yo acabamos cada cena de navidad golpeándonos con patas de cordero delante de toda la familia pero llegamos a un momento en que dejamos de golpearnos, supongo que porque ambos somos conscientes que asesinar alguien delante de su familia en navidad no es la mejor idea. Además ¿Quién no se ha pegado con su cuñado en la ebriedad de la cena de navidad? Por eso, cuando acaban las fiestas y comienza el nuevo año, uno de mis propósitos es matar a mi cuñado. Eso y follarme a la mujer de mi cuñado. Todo al mismo tiempo no, claro. ¿A qué viene toda esta reflexión? Es fácil, a diario deseamos cosas tan inmoralmente reprobables que si las dijésemos en voz alta acabaríamos excluidos de una sociedad que tiene miedo a lo políticamente incorrecto. Pero es que realmente deseo matar a mi cuñado (y follarme a su mujer). Por cierto, he descubierto que las pistolas eléctricas de matadero son efectivas y puedes comprar una a buen precio en eBay. Eso y condones con sabor a fresa. Espero que a la mujer de mi difunto cuñado le gusten los condones con sabor a fresa.

"Matar es una estupidez. Nunca debe hacerse nada de lo que no se pueda hablar en la sobremesa." (Oscar Wilde)


3 feb 2013

Cita a ciegas


¿Qué diablos es eso de las citas a ciegas? En primer lugar, yo nunca me siento a una mesa y como por sorpresa lo que algún amigo han decidido cocinar. Tampoco subo a un autobús y me dirijo donde el conductor decida por sorpresa a donde ir… ¿Entonces por qué diablos hemos de aceptar eso de la cita a ciegas? Les daré una respuesta: porque uno de los dos que van a la cita a ciegas (o ambos) suele ser un filete pasado para cenar o un vertedero como destino. Desengañémonos, la gente guapa no necesita una cita a ciegas. Mis amigos me montan tantas citas a ciegas porque soy feo, no hay más. Soy un pokemon feo evolucionado a pokemon feo y viejo. O lo que se denomina en argot popular: un viejo verde y la única manera que tenemos los viejos verdes de conocer a una mujer medianamente estable, medianamente guapa o medianamente viva es que algún amigo nos prepare una cita a ciegas. O eso o abrirnos una página de internet donde abrimos un perfil falso con la foto de George Clooney. Resumen: para que alguien de mediana edad con un físico escasamente agraciado consiga una cita a ciegas debe mentir. Pero la mentira no es mala, recordemos que el matrimonio se basa en la mentira así que, si comenzamos la relación con una mentira, estaremos sentando las bases de lo que será  nuestra futura vida en común. Miel sobre hojuelas. Y no se sientan ustedes culpables, les diré una cosa, todo eso de ser sincero cuando conoces a otra persona o mostrarte tal cual eres es una soberana chorrada. Si hemos pasado de los treinta, vivimos solos y hemos acabado en una cita a ciegas es porque nadie nos quiere como realmente somos. Mientan ustedes, de la manera mas sabrosa posible, no se corten, inventen que son cirujanos y han salvado la vida de miles de niños. Inventen cualquier cosa y si la cosa funciona, sigan inventando e inventando, incluso cuando dentro de quince años estén frente al juez por la demanda de separación... sigan mintiendo. La formula es simple: el tamaño de sus mentiras debe ser superior a su propia fealdad. Si les huele mucho el aliento digan que conocen a Penélope Cruz, si son calvos digan que han dormido en la casa que Rusell Crowe tiene en Australia o si están gordos digan que están intentando bajar tripa jugando un partidillo de fútbol sala todos los miércoles por la noche con Messi. Como cuando los faros de un coche ciegan a un gato en plena noche, deslumbren ustedes a sus compañeros/as de cita. Y piensen una cosa si la relación no va a buen término al menos la mentira les habrá servido para follar una noche. Tampoco es tan malo ¿no? A ahora a mentir...