"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla... está hecho" (Groucho Marx)
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9 mar 2014

ALEMANIA (Crónicas de Viaje)



En mis innumerables viajes por el mundo (reflejados en la sección "Crónicas de Viaje") he descubierto que lo que debemos hacer es aprender siempre de aquellos que son diferentes a nosotros. También he aprendido que nunca hay que comprar comida en la calle y llevar un rollo de papel higiénico en la mochila. En realidad he descubierto muchas otras cosas pero casi todas son lugares donde no has de dormir y mujeres con las que tampoco has de dormir. 

Viajar no solamente te ayuda a entender mejor a los demás sino que te ayuda a entender mejor a quienes te rodean, en tu barrio o en tu comunidad de vecinos. En mi último viaje aprendí mucho más de lo que necesitaba aprender, pero bien es sabido que cuando metemos un par de bragas o calzoncillos en una mochila, no siempre podemos asegurar que el tiro acertará en plena diana. 

Mi último destino fue Alemania. ¿El motivo? Varios motivos en realidad. El primero, el de siempre: conocer mujeres que no hayan oído hablar de mí. La reputación es el peor aliado de los que siempre hacemos las cosas mal. El segundo motivo era la cerveza, viajar a un lugar donde las jarras de cerveza son el doble de grandes del lugar de donde provienes augura noches de satisfacción y mañanas de resaca. ¿Pero que es sino las vacaciones para divertirse? El tercer motivo era mucho menos trivial: entregarle una carta a la señora Merkel, una carta de amor para captar su atención. ¿Acaso no dicen que es la mujer más poderosa del mundo? De acuerdo, no es mi tipo, de hecho creo que no es el tipo de nadie, pero imaginen compartir el lecho de la mujer más poderosa del mundo… Mujeres, cerveza y la mujer más poderosa del mundo. ¿Se puede pedir un plan mejor?

Lo primero que hice fue documentarme sobre la nación alemana. Lo segundo fue alquilar varias películas de la segunda guerra mundial y verlas mientras bebía cerveza alemana comprada en el Mercadona. Después busqué vídeos porno alemanes en internet y descubrí, para mi asombro, que la nación alemana era grande en todo, desde reconstruir un país después de una guerra a mearse los unos en la boca de las otras, meter el puño en orificios que no deben y depilarse una vez cada diez años. Por fin acababa de descubrir lo que es significaba “porno duro”.

Para entrenarme en vista s a mi viaje, decidí ir a una librería que hay cerca de mi casa y que regentan unos amables muchachos que visten de cuero, llevan la cabeza rapada y lucen insignias que yo había visto antes en las películas de guerra. Para redondear mi integración con el pueblo alemán me pinté un bigotito igual que el que lucía Chaplin en “El gran dictador”.

 -¡Heil Hitler! –dije entrando en la librería y dando un taconazo en el suelo al tiempo que levantaba mi brazo derecho con la palma extendida.

Primer error: Si quieren ustedes documentarse sobre un país nunca lo hagan con los VHS que hay en una caja en el altillo de casa de tus padres.

Segundo error: Si quieren confraternizar con gente de otros países, asegúrense de apuntar bien la dirección en un papel. No es lo mismo “Librería Tercer Reich, especialista en historia alemana” que “Librería Heissenman: centro judío de estudios sobre el holocausto”.

¿Como acabó todo? Corriendo por la Gran Vía y perseguido por media docena de nonagenarios supervivientes del holocausto a los que la edad no les restó potencia en las pantorrillas. Gracias a Dios (y a yo soy 50 años mas joven) conseguí escapar y por fin escribo esto desde frankfurt, o mejor dicho, desde el frankfurt que hay a doscientos metros de mi piso, deglutiendo con ansia canina una hamburguesa con cebolla, queso, pepinillos, panceta, huevo frito, dos lonchas de jamón y tres infartos asegurados. Para que luego digan que viajar no es peligroso.




30 ago 2013

MÉRIDA (Crónicas de viaje)



Como ustedes saben, en este modesto blog que refleja mi vida, mis pensamientos, mis cientos de errores y mis visitas al úrologo, también hay un apartado donde relato mis viajes al que, en un arranque de genialidad, bauticé como "Crónicas de viaje"

Este verano he decidido ser un poco menos ambicioso en términos de dar varias veces la vuelta al mundo (atendiendo a experiencias anteriores) y he escogido ir de vacaciones a Mérida, una ciudad y una provincia que desconozco. Antes que nada recuerden que cualquier viaje que se precie siempre ha de pasar por El Monasterio de Piedra, aunque viajen ustedes a Tanzania o Noruega. Los españoles somos así. Cualquier viaje ha de hacerse con riñonera de polipiel y hacer una escala en El Monasterio de Piedra. Llevar a la suegra en el maletero es ya de nota...

Si creía yo que en Barcelona hacía calor, mi primera sensación al llegar a la provincia de Extremadura era que el conductor del tren se había equivocado y habíamos acabado en el África Oriental. En Mérida el Sol apretaba de tal manera que el agua se evaporaba en los labios antes de llegar a la boca. Aunque toda parte negativa tiene una positiva al descubrir que hasta la romana Mérida había llegado también el maravilloso mundo de los aires acondicionados. Esto significa que no tengo demasiado que contar de la ciudad a excepción del interior de hoteles, bares, restaurantes y casas de dudosa reputación. ¿Por qué diablos la gente está en contra de los aires acondicionados? Si Dios quisiese que el primer mundo pasásemos calor no nos habría dado los aires acondicionados. De hecho, creo que lo único que demuestra que el ser humano siempre se supera a si mismo es el hecho de haber inventado el aire acondicionado.

Lo primero que te sorprende de cualquier ciudad que no sea turística (definiendo turismo por rusos con putas y árabes con cientos de mujeres) es el precio de las cosas. En Madrid o Barcelona has de pedir un crédito rápido para pagar el desayuno o te ves obligado a atracar una joyería para pagar la cena. Precios de Europa con saldos de Taiwan. Es como George Clooney se apuntase a una web de citas: un contrasentido. Mi primer desayuno en Mérida consistió en un estupendo bocadillo del mejor de los jamones de bellota, un zumo de naranja natural y un café, todo delicioso y todo por 3,50 euros. ¡Y con aire acondicionado! De donde vengo (Barcelona) por 3,50 euros no te dan ni los buenos días ni tampoco un zumo de naranja embotellado. Así pues, después de dar cuenta del fantástico desayuno, me dirigí a la cocina del local, me bajé los pantalones, puse el culo en pompa y apreté con fuerza una cuchara de madera entre mis dientes. Para mi sorpresa, nadie quiso tener sexo homosexual conmigo. El precio era correcto. No tenía que ofrecer nada a cambio. ¡Y con aire acondicionado! 

Otra de las cosas que me sorprendieron de Mérida (aparte de sus magnificas carreras de cuadrigas) es que todo es muy monumental, muy romano o muy árabe o vete a saber tu de cuando, sobre todo de influcencia romana, como los calamares. Pero eso significa que todo es viejo, muy viejo, más viejo aun que todos los que salen en “Que tiempo tan feliz”. Mi recomendación a las autoridades de lugar es rebocen con estucado de gotelé el teatro, el anfiteatro, el circo y las fachadas de todos esos edificios y luego las pinten de color salmón, con unos apliques en las puertas y carpintería de aluminio, incluso unas cortinillas de bolas en las ventanas de esos edificios históricos. Seguro que lucirían mejor y tendrían mas visitantes.

Otra curiosidad que encontré en Mérida es el peculiar lenguaje que utilizan, usan para todo el diminutivo “-ina”. En vez de decir “Esta noche voy a tener amor horizontal con una rusa rubia en una discoteca” dicen “Esta nochecina voy a tener amorino horizontal con una rusa rubina en una discotequina”. En realidad no importa demasiado como lo digas porque eso del amor horizontal con una rusa es difícil si no tienes dinero asomando por los bolsillos. Pero todos hablan así, como si Mérida fuese una gigantesca casa de muñecas. Algo realmente encantador. Otra cosa que utilizan es el término "chacho" a modo de "muchacho" aunque para pronunciarlo correctamente hay que alargar todas las vocales como si volviésemos de juega a las cinco de la mañana con media docena de cervezas mas de las que recomienda el forense. La forma correcta es "¿Cómo te va chaaaaaaachoooooooo" (recuerden llevar siempre una botella de agua para humedecer la boca o no podran hablar en el idioma del lugar). La tercera cosa que me sorprendió es la expresión "acho" (también alargando la vocal a modo de "achoooooo") que significa algo asi como "¡Joder!" o "¡Oye!". Es decir, que para llamarse los unos a los otros en la calle dicen "Achoooo chaaaaachooooo" como un disco de 45 rpm reproducido a 33 rpm.

He de reconocer que Mérida es un buen lugar para visitar, es bonito, barato, romano y la gente es amable. ¿Qué mas se puede pedir? Si estucasen toda la ciudad ya sería la ostia… ¿Qué mas? Hay muchas cosas que ver, pueblos que visitar, mujeres hermosas, cerveza fría y jamón del bueno. Es como un resort en el Caribe solo que sin playas y sin pulserita de "todo incluido". Muchas veces me pregunto porque cruzamos medio planeta para ir de vacaciones cuando las mejores vacaciones están mas cerca de donde creemos. Visitar otras culturar es divertido pero te pican mosquitos, te cansas, coges diarrea y cuesta mucho dinero. Para mi, Mérida era como viajar en el tiempo y ha resultado de lo mas gratificante que recuerdo. Sin mosquitos, sin diarreas, con aire acondicionado y barata. Y digo todo esto de manera imparcial. Por cierto oficina de turismo de Mérida, ¿el cheque pueden enviarlo antes del día 1? Gracias.





17 jul 2011

LIBIA (Crónicas de viaje)




Hoy les voy a hablar de las primas de riesgo. No se preocupen, no les voy a aburrir con un tostón sobre economía. Me refiero a esas primas del pueblo cuyas curvas se disparan en la adolescencia y tienen más riesgo que hacer un remake de “Cantando bajo la lluvia” con Gremlins en vez de actores. Ya lo dice la cultura popular: "Cuanto más primo, más me arrimo”. En Catalunya decimos también “Quan mes cosins, mes endins” (“cuanto más primos, mas dentro”). La cultura popular, sea del país que sea, nunca se equivoca, recuerden siempre eso. Mi prima se llama Susana y la última vez que supe de ella vivía en algún pueblecito perdido del Pirineo. Años atrás nos habíamos conocido más de lo necesario gracias a unas fiestas de pueblo y unos whiskys de garrafón. Después perdimos el contacto hasta que un día mi madre, respondiendo una llamada telefónica me dijo que era mi prima Susana. Cegado por el recuerdo de aquellas curvas, arranque el teléfono de la mano de mi progenitora para volver a escuchar la voz de mi prima. Solo habían pasado 20 años pero su voz continuaba igual que siempre: masculina e inteligible. Hablamos sobre cosas intrascendentes mientras mi madre se recuperaba de la caída por las escaleras que le había provocado yo al quitarle el móvil de golpe. Susana me dijo que vivía fuera de Barcelona pero que quería verme. De repente a mi mente volvieron imágenes de dos adolescentes metiéndose mano en la cuadra, metiéndose la lengua en el bar o vomitando juntos en la calle. Casi lo había olvidado, Susana era una de las pocas mujeres por las que había sentido un amor auténtico. Aquella mujer tenía que volver a ser mía.

Para mi desgracia, antes de que se cortara la comunicación pude entender que vivía en Libia. Así que lo siguiente que hice fue saltar por encima de mi madre que se quejaba al final de las escaleras porque acababa de romperse la cadera y salí corriendo a una biblioteca para descubrir que Libia era un país en el norte de África donde precisamente se estaba librando una revolución contra un señor llamado Gadafi, ese dictador con nombre de Pokemon y apariencia de folclórica que no ha envejecido demasiado bien.

Encontrar la manera de llegar así como visados y documentación no fue tarea fácil. Solo puedo decir que llegue a un convulsionado Trípoli en poco menos de tres semanas a bordo de un carguero italiano donde tuve que ganarme el pasaje haciendo de cocinero, camarera, dama de compañía y bailarina exótica. ¿Acaso ustedes no han hecho ninguna locura por amor? No pregunten más.

Los combates eran constantes en las calles de Trípoli, de día y de noche, decenas de señores con bigotes, barbas y turbantes en la cabeza, o bien vestidos de militares, o con camisas de rebajas del Zara y pantalones de tergal, se disparaban los unos a los otros mientras las ambulancias iban cruzaban entre ambos grupos llevando a los heridos de un lado a otro como si Dios estuviese jugando al ajedrez con ellos. Bueno, mas bien Mahoma. 

Lo primero que hice al llegar al puerto fue buscar un teléfono y llamar a mi prima. Por desgracia los teléfonos libaneses no aceptan monedas de euro así que tuve que volver a improvisar el mismo baile sensual con el que me había ganado el afecto de los marineros italianos. Está vez conseguí varios besos y un puñado de dinares de la población civil con los que llamé a mi prima mientras obuses estallaban sobre nuestras cabezas y unos ancianos bebían te tranquilamente a mi lado como si no fuese con ellos.

Susana contestó a la primera llamada. Dios existe. Vale, vale... Mahoma.

-Prima Susana –grité haciéndome oír por encima de las explosiones- estoy aquí, he venido a rescatarte.
-¿Quién diablos eres?
-Tu primo Fernando.
-¿Qué haces aquí?
-He venido a rescatarte de este país en guerra.
-¿Pero qué narices estás diciendo?
-He llegado a Trípoli hace una hora. ¿Dónde estás?
-¿Trípoli?
-Claro, la capital de Libia.
-Tú eres gilipollas, no vivo en Libia. Vivo en Llívia.

Mi prima Susana vivía en un pueblecito del Pirineo llamado Llívia mientras yo había ido a buscarla al un país en plena revolución en el norte de África llamado Libia. 

-Bueno –dije encogiéndome de hombros- tu espérame, no creo que tarde mucho en volver. Pronto conseguiré mas dinero, a estos hombres les gusta como bailo. Y a mi me gusta bailar para ellos, para que negarlo.
-Felicidades Gilipollas, siempre haciendo honor a tu apellido -dijo ella visiblemente enfadada antes de colgar.

¿Cómo acabo la historia? Bueno, estoy de vuelta en Barcelona contándoles lo sucedido así que podrán imaginar que conseguí salir del Libia sano y salvo. Bueno... tuve que improvisar otros cuantos bailes sensuales para conseguir dinero y favores. 

Pero como he dicho antes, el amor puede con todo.

Aunque mi prima Susana que vive en Llívia no quiera contestar el teléfono cuando la llamo. Llívia, no Libia. No sean gilipollas ustedes también.


5 abr 2011

CHINA (Crónicas de Viajes)




Después de mis dos últimas experiencias en el mundo de los viajes (Italia y Cuba) decidí que la agencia de viajes donde trabajaba “Don Tasas e Impuestos No Incluidos” no era el mejor lugar para planificar mis futuros viajes. Siempre he pensado que para tener éxito en cualquier empresa hay que acudir a las fuentes. No me refiero a las de agua, pandilla de incultos. Es por eso que para mi siguiente viaje decidí acudir al restaurante “La muralla laqueada” que hay junto a mi casa. En efecto, había planificado ir a China. ¿El motivo? Bueno, es un lugar como cualquier otro y siempre me ha parecido fascinante como se comportan esas gentes. En el restaurante salió corriendo a recibirme el camarero que aunque vio que venía solo preguntó “¿mesa para dos?” que son las únicas tres palabras que conoce de nuestro idioma. China. El milenario país donde todos miran mal. A los cinco minutos ya había conseguido trabar amistad con Bruce Lee. Aclaro que no era el Bruce Lee auténtico, que ese hace años que cría algas chinas, pero todos los gilipollas llamamos “Bruce Lee” a cualquier chino. Bruce Lee era otro camarero a quien accedió a darme un par de consejos para viajar a china que eran algo así como “tu mucho guapo” y “mujeres chinas mucho guapas”. De acuerdo, no eran los mejores consejos pero al menos estaban exentos de impuestos aunque he de reconocer que el primer consejo me pareció realmente sospechoso.


Cogí la carta y eché un vistazo al menú. Lo de siempre (bebida, postre y abanico de madera incluidos). Por cierto… ¿por qué hay un plato al que llaman “familia feliz” si aquel revuelto de cosas imposibles de catalogar harían cualquier cosa a una familia menos feliz? A una familia se le hace feliz con un billete de lotería, premiado a poder ser. Bueno, quizás a las familias chinas no. ¿Y qué me dicen del “arroz blanco”? ¿Han visto alguna vez algún arroz que sea azul o morado? Pues eso. Y lo del colmo es el “arroz tres delicias”. ¿Han visto lo que lleva además de arroz? Yo se lo diré: lleva jamón, tortilla, gambas, zanahoria y guisantes. Y si alguien sabe contar eso son cinco delicias, no tres. Y así todos y cada uno de los platos del menú. Puede que no fuese tan buena idea viajar al otro lado del mundo a visitar un país donde eran incapaces de poner un nombre lógico a sus platos. Pongamos un ejemplo con un plato que había en la carta de “El Bulli”: “erizo de mar gratinado”. Aunque sea complejo de hacer un “erizo de mar gratinado” es eso: un erizo de mar gratinado. Lo entienden todos. Un erizo, un mar y un gratinado. ¿Y la tortilla española? Pues eso, española: huevos, patatas y cebolla. No hay nada más español que eso. Que aprendan los chinos.

Es por ello que comencé a desconfiar de aquellas personas pero sobretodo del viaje que iba a emprender. Así que después de la comida en el restaurante y de aprender algunas costumbres ancestrales de tan magno país como gritar, hablar rápido y escupir constantemente, me dirigí a una agencia de viajes para preguntar por los precios de los viajes a china. Calculé que tardaría más de diez años en reunir el dinero solo para el billete de ida. Y sumido en la depresión del marginado fue cuando se me ocurrió la feliz idea para viajar a china gratis: casarme con una China y que sus padres costeasen el viaje. Y mi barrio estaba lleno de chinas, de peluquerías chinas, vaya.

Media hora más tarde me estaba cortando el pelo una amable y servicial china que aunque solo sabía decir “tu muy guapo” conseguimos que el amor se impusiese a las palabras pues me ofreció a pasar a la trastienda a hacerme un masaje y allí, por unos cuantos euros más, se selló nuestro amor de forma amor manual. Debo volver para seguir enamorando a la chinita pero sobretodo porque, a diferencia de todos mis días, aquel día tuvo un final feliz. ¿Para que ir a China cuando tengo lo mejor de China junto a mi casa? Además, ahora que comienza la primavera podríamos llamar a esta incipiente historia de amor como un "rollito de primavera"...

22 oct 2010

ITALIA (Crónicas de Viajes)


Mi siguiente destino después del -fustrado- viaje a Cuba fue Italia. ¿Por que Italia? Está relativamente cerca, tiene pizzas y las mujeres gastan mas curvas que el muñeco de Michelin. ¿Pero que creían? Solo viajo a lugares donde pueda conseguir algo. No se engañen, ustedes hacen lo mismo. La diferencia es que ustedes buscan bonitas fotos que enseñar a su vuelta. Otro de los motivos por los que escogí Italia fue porque es un país donde no necesito visado ni pasaporte ni carta de recomendación alguna. Simplemente coger un avión y volar. (es difícil coger un avión y navegar.... bueno no.... eso es un accidente). Así pues volví a la misma agencia donde Don Tasas e Impuestos No Incluidos me mostró varios catálogos describiendo rutas, museos, hoteles y que se yo cuantas cosas mas. ¿Tan difícil es viajar? Solo pretendía fornicar con italianas. Intentarlo, al menos. Al final me decidí por un viaje en autocar de Barcelona a Roma vía Cáceres. En principio me pareció una ruta un poco extraña pero era barata y eso es lo mas importante cuando eres obscenamente pobre. Además me permitiría hacerle una visita a una de mis mas fieles lectoras que vivía ahí. Quien sabe donde se esconde el fornicio. Nunca hay que desdeñar oportunidad alguna, señores.

El día de la salida me presenté en la estación de autobuses con mi mejor ropa de viaje consistente en una camiseta del mundial 82 con naranjito estampado, pantalones negros de tergal que había cortado a la altura de la rodilla para hacerlos de verano. Zapatos de rejilla y calcetines blancos de tenis. Amén de una riñonera imitación de cuero negro, gorra de visera con el lema "Rectificados Martinez Hermanos" grabado al frente y dos bolsas de plástico del Eroski con ropa interior limpia y dos tomos de la Enciclopedia Infantil Sopena para tener algo que leer a mano. En concreto los tomos "BA a CE" y "FR a GT". Solo los pijos de ciudad se gastan cientos de euros en Coronel Tapioca.

El autobús partía a las cinco de la tarde así que merendé dos latas de berberechos y una tónica en la estación de autobuses. A los diez minutos de comenzado el viaje ya estaba yo recostado contra un árbol y vomitando todo cuanto había desayunado. Berberechos y tónica como merienda: mala idea.

-Tenemos que continuar el viaje -gritó el conductor desde lo alto del autobús.
-Voy ahora mismo -contesté desde los bajos del autobús.

Media hora mas tarde me di cuenta de que el autobús había partido sin mi. ¿Que tipo de agencia de viajes era capaz de abandonar a un de sus viajeros a los diez minutos? Una que hace trayectos de Barcelona a Roma pasando por Cáceres y visitando el Monasterio de Piedra también. Que poca seriedad. Total, por haber vomitado en el asiento, encima de dos viajeros, del guía, del conductor y de dos niños que pasaban por la calle. No era tan grave, digo yo.

Y encima se habían llevado mis bolsas de plástico con la ropa y la lectura. ¿Y que iba a hacer ahora?

Volver a la agencia de viajes y reclamar amargamente, claro. Y eso es lo que me dispuse a hacer después de haber vomitado tres veces mas en el camino. De camino a la agencia de viajes me detuve frente a una pizzeria italiana. Que diablos... había pagado por un trozo de Italia y a fe mía que iba a conseguirlo. Pero resulta que a las seis de la tarde las pizzerias no suelen estar abiertas. Ni aporreando varias veces la puerta conseguí llamar la atención de los que dentro se encontraban. Puede que porque no había nadie dentro, claro. Mientras estaba aporreando la puerta de la pizzeria alguien me tocó en el hombro. Me di la vuelta y vi un fornido señor de metro noventa y luciendo un ridículo bigotillo y un frondoso cabello rizado.

-Che cosa succede? -preguntó el italiano moviendo las manos como los italianos de las películas italianas.
-Quiero una cuatro estaciones y que me la sirva una italiana de grandes pechos. He perdido un viaje a Italia y no estoy para bromas.
-E 'troppo presto. La pizzeria è chiusa.
-Con doble de queso y mucho orégano. ¿Tiene usted alguna hermana con las tetas grandes?
-Ma che cosa dice?
-Tetas... Mamas... Pechis... grandi... grandi pechi... mama putona. Pizza. ¿Comprendes?

Las dos semanas siguientes las pasé en una cama del Hospital Clínico con las dos piernas rotas, cinco costillas también rotas, varios dientes rotos y algunos huesos mas rotos que ni sabía que tenía. Todo roto, en resumen.

Y esta es mi crónica del viaje a Italia. Y sobretodo recuerden, nunca busquen aquí lo que no han conseguido allí. Sobretodo si detrás suyo tienen a un italiano de metro ochenta.




24 sept 2010

CUBA (Crónicas de viaje)


A partir de hoy voy a hacer una crónica de mis viajes por el mundo con la única intención que aprendan ustedes un poco de otras culturas que últimamente les veo muy poco leídos. Viajar es aprender. También vomitar o quedar atrapados días en aeropuertos donde las máquinas expendedoras de bollos caducados están estropeadas. De todo se aprende.

Comenzaré las crónicas de mis viajes por el mundo con mi viaje a Cuba.

Siempre quise conocer mundo. Desde que en el ventanuco de mi habitación veía los aviones pasar imaginaba que cuando fuese mayor cogería uno de esos aviones que me llevaría a lejanos países donde pasaría estupendas aventuras. La realidad fue un poco diferente a como la había imaginado y la verdad es que no salí de la provincia de Barcelona hasta pasados los 40 años. Y eso solo porque me equivoqué de autobús.

Dispuesto pues a conocer mundo decidí que mi primer destino sería Cuba. ¿Por que? Maldita sea, no sean gilipollas ustedes. Todos los feos que conozco han vuelto de Cuba con estupendas mujeres colgadas del brazo. Y yo soy terriblemente feo.

Me acerqué a una agencia de viajes de esas que tienen viejos posters de aviones colgados de las paredes y también pequeñas maquetas de aviones encima de sus mesas. Todas las mesas estaban vacías pero al final pude vislumbrar un hombrecillo tras un montón de papeles, con expresión aburrida. Me dirigí hacia el con mi mejor ánimo (que no es el mejor de los ánimos).

-Quiero ir a Cuba -le dije mientras tomaba asiento.

El hombrecillo no se mostró demasiado emocionado. Se limitó a sacar varios folletos y hacer un circulo a los precios con un rotulador. ¿Eso es lo que costaba viajar a Cuba?

-¿Eso es lo que cuesta ir a Cuba? Maldita sea... es casi lo que gano en un año.
-Tasas de aeropuerto y gastos de gestión no incluidos.
-Puede que mas de lo que gano en dos años.
-Tasas de aeropuerto y gastos de gestión no incluidos. -repitió el empleado-. Ah... y necesitará un visado.
-¿Se necesita un visado para subir a un avión? Bueno, no importa, tengo un sombrero de pescador con sus anzuelos y todo. Yo no soy pescador, me lo encontré en la calle. No me lo pongo mucho por eso, la ultima vez me arranqué el lóbulo de la oreja derecha con uno de los anzuelos.
-He dicho “visado”. No “tocado”.

Entonces aquel tipo me explicó todo cuanto necesitaba para visitar Cuba. Estaba claro que resultaría mas barato y mas fácil conocer a una cubana en el club “La Teta Enroscada” pero finalmente decidí ir a sacarme el visado ese. No se puede tener 40 años y no haber salido nunca de las cuatro manzanas de pisos que conforman tu barrio. Aquella misma tarde me dirigí al Consulado de Cuba. Estaba cerrado. Un cartel colgado en la puerta decía “Abrimos de 10 a 11 de la mañana”. Eso si que era un horario y lo demás son tonterías. A la mañana siguiente me personé en el Consulado de Cuba vestido con bermudas y una camisa hawaiana. Para dar ambiente. Y porque las camisas de flores adelgazan. Eso creo. Me recibió una espectacular mujer de ojos grandes, sonrisa amplia y unas tetas que podían haber amantado a dos familias y aun sobraba leche para el vecino del tercero.

-Hola -dije sin poder apartar mis ojos de aquellos dos inmensos monumentos al ultimo bastión del comunismo.
-¿Que desea?
-Vi... sa... do... -balbucee cual infante que aprende a hablar ante la exuberante matrona.
-¿Ha traído la documentación?
-Vi... sa... do... -repetí.
-Estoy aquí arriba -dijo ella dándome un golpecito en la cabeza con un montón de papeles.
-¿Le han dicho alguna vez que tiene unas magnificas... vistas? -dije en ultimo momento señalando a la ventana por la que solo se veía un gris edificio.
-Claro -respondió ella- ¿Necesita un visado?

Lo que realmente necesitaba era hundir mi cabeza entre aquellos dos pechos mulatos. ¿Para que ir a Cuba si Cuba había venido a Barcelona?

-¿Puedo meter mi cara entre sus pechos? -pregunté amablemente.

Cinco minutos mas tarde dos cubanos de metro ochenta y anchas espaldas me arrojaba a la calle. Eran los hermanos de la mujer de la que acababa de enamorarme. Para mi desgracia los tres eran también hijos del cónsul cubano que a su vez era uno de los ciento doce primos de Fidel Castro. Solo puedo decir que me denegaron el visado y que estoy en una lista de “enemigos del pueblo cubano”.

La intención es lo que cuenta. ¿No? Esa noche acabé borracho (como cualquier otra noche) en un bar cubano, cocido a mojitos. Eso es lo mas cerca que estuve nunca de Cuba.