Mi siguiente destino después del -
fustrado- viaje a Cuba fue Italia. ¿Por que Italia? Está relativamente cerca, tiene
pizzas y las mujeres gastan mas curvas que el muñeco de
Michelin. ¿Pero que creían? Solo viajo a lugares donde pueda conseguir algo. No se engañen, ustedes hacen lo mismo. La diferencia es que ustedes buscan bonitas fotos que enseñar a su vuelta. Otro de los motivos por los que escogí Italia fue porque es un país donde no necesito visado ni pasaporte ni carta de recomendación alguna. Simplemente coger un avión y volar. (es difícil coger un avión y navegar.... bueno no.... eso es un accidente). Así pues volví a la misma agencia donde
Don Tasas e Impuestos No Incluidos me mostró varios catálogos describiendo rutas, museos, hoteles y que se yo cuantas cosas mas. ¿Tan difícil es viajar? Solo pretendía fornicar con italianas. Intentarlo, al menos. Al final me decidí por un viaje en autocar de Barcelona a Roma vía
Cáceres. En principio me pareció una ruta un poco extraña pero era barata y eso es lo mas importante cuando eres obscenamente pobre. Además me permitiría hacerle una visita a una de mis mas fieles lectoras que vivía ahí. Quien sabe donde se esconde el fornicio. Nunca hay que desdeñar oportunidad alguna, señores.
El día de la salida me presenté en la estación de autobuses con mi mejor ropa de viaje consistente en una camiseta del mundial 82 con
naranjito estampado, pantalones negros de
tergal que había cortado a la altura de la rodilla para hacerlos de verano. Zapatos de rejilla y calcetines blancos de tenis. Amén de una
riñonera imitación de cuero negro, gorra de visera con el lema "
Rectificados Martinez Hermanos" grabado al frente y dos bolsas de plástico del
Eroski con ropa interior limpia y dos tomos de la Enciclopedia Infantil
Sopena para tener algo que leer a mano. En concreto los tomos "
BA a CE" y "
FR a
GT". Solo los
pijos de ciudad se gastan cientos de euros en Coronel Tapioca.
El autobús partía a las cinco de la tarde así que merendé dos latas de berberechos y una tónica en la estación de autobuses. A los diez minutos de comenzado el viaje ya estaba yo recostado contra un árbol y vomitando todo cuanto había desayunado. Berberechos y tónica como merienda: mala idea.
-Tenemos que continuar el viaje -gritó el conductor desde lo alto del autobús.
-Voy ahora mismo -contesté desde los bajos del autobús.
Media hora mas tarde me di cuenta de que el autobús había partido sin mi. ¿Que tipo de agencia de viajes era capaz de abandonar a un de sus viajeros a los diez minutos? Una que hace trayectos de Barcelona a Roma pasando por
Cáceres y visitando el Monasterio de Piedra también. Que poca seriedad. Total, por haber vomitado en el asiento, encima de dos viajeros, del guía, del conductor y de dos niños que pasaban por la calle. No era tan grave, digo yo.
Y encima se habían llevado mis bolsas de plástico con la ropa y la lectura. ¿Y que iba a hacer ahora?
Volver a la agencia de viajes y reclamar amargamente, claro. Y eso es lo que me dispuse a hacer después de haber vomitado tres veces mas en el camino. De camino a la agencia de viajes me detuve frente a una
pizzeria italiana. Que diablos... había pagado por un trozo de Italia y a fe mía que iba a conseguirlo. Pero resulta que a las seis de la tarde las
pizzerias no suelen estar abiertas. Ni aporreando varias veces la puerta conseguí llamar la atención de los que dentro se encontraban. Puede que porque no había nadie dentro, claro. Mientras estaba aporreando la puerta de la
pizzeria alguien me tocó en el hombro. Me di la vuelta y vi un fornido señor de metro noventa y luciendo un ridículo
bigotillo y un frondoso cabello rizado.
-Che cosa
succede? -preguntó el italiano moviendo las manos como los italianos de las películas italianas.
-Quiero una cuatro estaciones y que me la sirva una italiana de grandes pechos. He perdido un viaje a Italia y no estoy para bromas.
-E '
troppo presto. La
pizzeria è
chiusa.
-Con doble de queso y mucho orégano. ¿Tiene usted alguna hermana con las tetas grandes?
-
Ma che cosa dice?
-Tetas... Mamas...
Pechis...
grandi...
grandi pechi... mama
putona.
Pizza. ¿Comprendes?
Las dos semanas siguientes las pasé en una cama del Hospital Clínico con las dos piernas rotas, cinco costillas
también rotas, varios dientes rotos y algunos huesos mas rotos que ni sabía que tenía. Todo roto, en resumen.
Y esta es mi crónica del viaje a Italia. Y sobretodo recuerden, nunca busquen aquí lo que no han conseguido allí. Sobretodo si detrás suyo tienen a un italiano de metro ochenta.