Deben saber ustedes que quien suscribe no es usuario habitual del taxi. Por cierto, hay una cosa que no entiendo, suele decirse "soy usuario del taxi" o "viajo normalmente en avión" o "cojo mucho el tren". ¿En todo el planeta Tierra hay un solo taxi o solo un tren o solo un avión? Ahora entiendo los retrasos... A lo que vamos, no suelo coger el taxi por el mismo motivo por el que no voy a cenar a un restaurante de tres estrellas Michelin. Si algo puedes hacerlo barato no lo hagas caro. Y caminar es gratis. Claro está que esta simple premisa no la aplico al sexo por razones evidentes. La única manera de conseguir sexo es pagando y aunque no sea de tres estrellas Michelín los neones del club "El Patito Travieso" consiguen aturdir mis sentidos y conducirme por la senda de un placer cuasi culinario.
La semana pasada me subí un taxi, supongo que por última vez en mi vida atendiendo a lo acontecido. Necesitaba ir a la otra punta de la ciudad (¿las ciudades tienen puntas?) y el transporte publico estaba en huelga (para variar). Mis 187 kilos hubiesen convertido tan dulce paseo por una soleada Barcelona en una etapa del Dakkar así que levanté mi mano y detuve el primer taxi. Tenía que ser precisamente ese... La mala suerte no atiende a razones. El taxi lo conducía una mujer. No se alarmen, esa no es la mala noticia, lo terrible sucedió a continuación.
"¿Ande vamos?" Preguntó la mujer. Ahora debería describirla con todo lujo de detalles. Vamos a ello: estaba muy muy muy buena. Fin de la descripción. ¿A donde iba? Soy incapaz de recordar a donde iba, ahora y entonces. Iba a perderme en sus recios brazos llenos de tatuajes que asían el volante como si de un taladro percutor se tratase. Iba a perderme en los rizos de su peluca o en sus gruesos labios pintados como si estuviesemos en carnaval. No se equivoquen, era una mujer y estaba muy muy muy buena. Algo masculina, de acuerdo. Pero era una mujer.
"¿Ande vamos?" repitió ella. Había dicho "vamos" y no "va". El plural denotaba amor carnal, sin lugar a dudas.
"¿Ande vamos?" repitió ella. Había dicho "vamos" y no "va". El plural denotaba amor carnal, sin lugar a dudas.
-¿Y si yo me quedo aquí y tu pasas al asiento trasero? -pregunté sutilmente levantando mi ceja izquierda hasta conseguir descoyuntarme el rostro.
La mujer me observó con detenimiento a través del espejo retrovisor y luego me invitó amablemente a bajarme del taxi con un dulce "a la puta calle, cerdo". ¿Qué estaba sucediendo? Ella había utilizado el plural, había un "nosotros". ¿Por qué me rechazaba ahora de esta manera? Ella había comenzado la batalla del amor y ahora replegaba sus tropas en un acto de cobardía sin parangón. Nunca entenderé a las mujeres. A no ser que aquel "a la puta calle cerdo" fuese un críptico mensaje que escondiese una invitación a que me comportase como un cerdo con ella. No podía ser otra cosa. Alargué mi mano para acariciar su pelo y antes de que pudiese ni tan siquiera rozarla la mujer sacó hábilmente un aparatito de la guantera y miles de voltios sacudieron mi orondo cuerpo convirtiéndome en un pastel de gelatina de frambuesa rodando por una ladera. Creo que la llaman "pistola aturdidora eléctrica".
Cuando desperté me encontraba sentado en la cuneta de la calle, solo y con un gran dolor de cabeza. Entonces recordé lo sucedido. ¿Había sido aquello lo que llaman la electricidad del amor? Con toda seguridad. Cuando el amor llama a tu puerta, de nada sirve resistirte.
Pero aun tenía que llegar a mi destino así que, sin haber escarmentado, volví a levantar la mano y un nuevo taxi se detuvo a mi altura. Otra mujer. ¿Que estaba sucediendo? ¿Era el día mundial de la conductora de taxis? Podía ser, hay días mundiales para todo. De hecho hay miles de personas que solo viven de fomentar el "día mundial de loquesea". ¿Cuando harán un "día mundial de la gente que se aburre y crea días mundiales de algo"? Me detuve por nos instantes. No debía entrar. O si. Que se yo, me habían disparado con una pistola aturdidora y me encontraba tal que así: aturdido. Debía ganar tiempo para poder pensar.
-Se ha quedado un buen dia ¿no? -pregunte sin llegar a entrar al interior del taxi- Parece que no va a llover, si eso.
La mujer asintió con la cabeza. Mi hábil estratagema de la conversación de ascensor para ganar tiempo se había ido al traste. No había tiempo para pensar. De perdidos al río, pues. Entré en el taxi y entonces ella volvió a hacer la misma pregunta que la otra taxista. "¿Ande vamos?" Vamos, en plural... veinte segundos mas tarde volvía a estar tirado en la acera presa de convulsiones originadas por una nueva pistola auturdidora. Las convulsiones duraron esta vez mas de cinco minutos.
Y esta es la moraleja de hoy, mis queridos animales de compañía: "si una taxista habla en plural: sal corriendo".
Cuando desperté me encontraba sentado en la cuneta de la calle, solo y con un gran dolor de cabeza. Entonces recordé lo sucedido. ¿Había sido aquello lo que llaman la electricidad del amor? Con toda seguridad. Cuando el amor llama a tu puerta, de nada sirve resistirte.
Pero aun tenía que llegar a mi destino así que, sin haber escarmentado, volví a levantar la mano y un nuevo taxi se detuvo a mi altura. Otra mujer. ¿Que estaba sucediendo? ¿Era el día mundial de la conductora de taxis? Podía ser, hay días mundiales para todo. De hecho hay miles de personas que solo viven de fomentar el "día mundial de loquesea". ¿Cuando harán un "día mundial de la gente que se aburre y crea días mundiales de algo"? Me detuve por nos instantes. No debía entrar. O si. Que se yo, me habían disparado con una pistola aturdidora y me encontraba tal que así: aturdido. Debía ganar tiempo para poder pensar.
-Se ha quedado un buen dia ¿no? -pregunte sin llegar a entrar al interior del taxi- Parece que no va a llover, si eso.
La mujer asintió con la cabeza. Mi hábil estratagema de la conversación de ascensor para ganar tiempo se había ido al traste. No había tiempo para pensar. De perdidos al río, pues. Entré en el taxi y entonces ella volvió a hacer la misma pregunta que la otra taxista. "¿Ande vamos?" Vamos, en plural... veinte segundos mas tarde volvía a estar tirado en la acera presa de convulsiones originadas por una nueva pistola auturdidora. Las convulsiones duraron esta vez mas de cinco minutos.
Y esta es la moraleja de hoy, mis queridos animales de compañía: "si una taxista habla en plural: sal corriendo".