Este verano he decidido ser un
poco menos ambicioso en términos de dar varias veces la vuelta al mundo (atendiendo a
experiencias anteriores) y he escogido ir de vacaciones a Mérida, una ciudad y una provincia
que desconozco. Antes que nada recuerden que cualquier
viaje que se precie siempre ha de pasar por El Monasterio de Piedra, aunque
viajen ustedes a Tanzania o Noruega. Los españoles somos así. Cualquier viaje
ha de hacerse con riñonera de polipiel y hacer una escala en El Monasterio de
Piedra. Llevar a la suegra en el maletero es ya de nota...
Si creía yo que en Barcelona
hacía calor, mi primera sensación al llegar a la provincia de Extremadura era que el conductor del tren se había equivocado y habíamos acabado en el África Oriental. En Mérida el Sol apretaba de tal manera que el
agua se evaporaba en los labios antes de llegar a la boca. Aunque toda parte negativa
tiene una positiva al descubrir que hasta la romana Mérida había llegado también el
maravilloso mundo de los aires acondicionados. Esto significa que no tengo
demasiado que contar de la ciudad a excepción del interior de hoteles, bares, restaurantes y
casas de dudosa reputación. ¿Por qué diablos la gente está en contra de los aires acondicionados? Si Dios quisiese que el primer mundo pasásemos calor no nos habría dado los aires acondicionados. De hecho, creo que lo único que demuestra que el ser humano siempre se supera a si mismo es el hecho de haber inventado el aire acondicionado.
Lo primero que te sorprende de
cualquier ciudad que no sea turística (definiendo turismo por rusos con putas y
árabes con cientos de mujeres) es el precio de las cosas. En Madrid o Barcelona
has de pedir un crédito rápido para pagar el desayuno o te ves obligado a atracar una joyería
para pagar la cena. Precios de Europa con saldos de Taiwan. Es como George
Clooney se apuntase a una web de citas: un contrasentido. Mi primer desayuno en Mérida consistió en un estupendo bocadillo del mejor de los jamones de bellota, un
zumo de naranja natural y un café, todo delicioso y todo por 3,50 euros. ¡Y con aire acondicionado! De donde vengo
(Barcelona) por 3,50 euros no te dan ni los buenos días ni tampoco un zumo de naranja embotellado. Así
pues, después de dar cuenta del fantástico desayuno, me dirigí a la cocina del local, me
bajé los pantalones, puse el culo en pompa y apreté con fuerza una cuchara de
madera entre mis dientes. Para mi sorpresa, nadie quiso tener sexo homosexual
conmigo. El precio era correcto. No tenía que
ofrecer nada a cambio. ¡Y con aire acondicionado!
Otra de las cosas que me sorprendieron
de Mérida (aparte de sus magnificas carreras de cuadrigas) es que todo es muy monumental, muy romano o muy árabe o vete a saber tu
de cuando, sobre todo de influcencia romana, como los calamares. Pero eso significa que todo es viejo, muy viejo, más viejo aun que
todos los que salen en “Que tiempo tan feliz”. Mi recomendación a las
autoridades de lugar es rebocen con estucado de gotelé el teatro, el anfiteatro, el circo y las fachadas de todos esos
edificios y luego las pinten de color salmón, con unos apliques en las puertas y carpintería
de aluminio, incluso unas cortinillas de bolas en las ventanas de esos
edificios históricos. Seguro que lucirían mejor y tendrían mas visitantes.
Otra curiosidad que encontré en
Mérida es el peculiar lenguaje que utilizan, usan para todo el diminutivo “-ina”. En vez de decir “Esta noche
voy a tener amor horizontal con una rusa rubia en una discoteca” dicen “Esta
nochecina voy a tener amorino horizontal con una rusa rubina en una
discotequina”. En realidad no importa demasiado como lo digas porque eso del
amor horizontal con una rusa es difícil si no tienes dinero asomando por
los bolsillos. Pero todos hablan así, como si Mérida fuese una gigantesca casa de muñecas. Algo realmente encantador. Otra cosa que utilizan es el término "chacho" a modo de "muchacho" aunque para pronunciarlo correctamente hay que alargar todas las vocales como si volviésemos de juega a las cinco de la mañana con media docena de cervezas mas de las que recomienda el forense. La forma correcta es "¿Cómo te va chaaaaaaachoooooooo" (recuerden llevar siempre una botella de agua para humedecer la boca o no podran hablar en el idioma del lugar). La tercera cosa que me sorprendió es la expresión "acho" (también alargando la vocal a modo de "achoooooo") que significa algo asi como "¡Joder!" o "¡Oye!". Es decir, que para llamarse los unos a los otros en la calle dicen "Achoooo chaaaaachooooo" como un disco de 45 rpm reproducido a 33 rpm.
He de reconocer que Mérida es un buen lugar para visitar, es bonito, barato, romano y la gente es amable. ¿Qué mas se puede pedir? Si estucasen toda la ciudad ya sería la ostia… ¿Qué mas? Hay muchas cosas que ver, pueblos que visitar, mujeres hermosas, cerveza fría y jamón del bueno. Es como un resort en el Caribe solo que sin playas y sin pulserita de "todo incluido". Muchas veces me pregunto porque cruzamos medio planeta para ir de vacaciones cuando las mejores vacaciones están mas cerca de donde creemos. Visitar otras culturar es divertido pero te pican mosquitos, te cansas, coges diarrea y cuesta mucho dinero. Para mi, Mérida era como viajar en el tiempo y ha resultado de lo mas gratificante que recuerdo. Sin mosquitos, sin diarreas, con aire acondicionado y barata. Y digo todo esto de manera imparcial. Por cierto oficina de turismo de Mérida, ¿el cheque pueden enviarlo antes del día 1? Gracias.