Después de este merecido paréntesis vacacional vuelvo a
ustedes con energías y vestuario renovados para compartir algunas de las aventuras que me han sucedido en las últimas
semanas. Han de saber antes que en el idioma gilipollas “paréntesis vacacional”
significa “sofá, ventilador y pizza”, lo de siempre, vamos. La única diferencia
es que ni me levantaba del sofá para escribir en este blog. Quizás habría
debido decir “paréntesis virtual”. Que se yo… tanta pizza ha convertido mi cerebro en pepperoni con anchoas.
Lo que les voy a contar, mis queridos animales de compañía,
es tan real como la honestidad de un político o los 35 cms de media del pene
hispano y sucedió a finales de Julio cuando caminaba yo por los alrededores
de una playa nudista convenientemente ataviado con bañador, prismáticos, cámara
de fotos y kleenex. Lo que se conoce como senderismo vacacional, vaya. Sucedió cuando me adentré entre unos
juncos para obtener mejor visión de los preciosos animalicos que permanecían en el paraje,
cuando una mujer llamó mi atención apareciendo casi de la nada también entre los juncos.
-¡Eh no estoy haciendo
nada malo! –comencé a protestar antes que ella abriese la boca- ¡No
soy un voyeur ni vengo aquí a tocarme mientras contemplo con mis prismáticos a
las mujeres desnudas cada día de Martes a Domingo de 10 a 12 de la mañana siempre que no llueva! ¡Yo no soy uno de esos degenerados!
Entonces me di cuenta que la mujer iba vestida como con una
especie de traje de látex dorado. Y lo más curioso de todo es que a pesar de aquella vestimenta y de sufrir mas de 35 grados de temperatura, yo sudaba como un cerdo y ella no tenía ni una perla de sudor en todo su rostro. Había que ser muy extraterrestre para no fallecer de un golpe de
calor de esa manera a esa hora y allí.
-Soy una alienigena arribada
de una distante agrupación nebulosa con el fin de adjudicarte una dádiva de
nuestro poblado –dijo ella.
Una extraterrestre, maldita sea, había acertado algo por
primera vez en mi vida y no era la quiniela ni la lotería primitiva.
-Vale… ¿podrías
hablar como si no fueses un manuscrito encontrado hace cinco siglos?
La mujer era hermosa como una muñeca hinchable e igual de
cercana y humana. Hablaba de manera mecánica y me miraba por encima de mi sudorosa calva.
-Una extraterrestre que te traigo un regalo -dijo finalmente ella con esa expresión de fastidio que no conoce de constelaciones.
-Ah vale, entonces acepto
–contesté deslizando mi bañador piernas abajo- ¿Prefieres encima o debajo? Aunque
como buen caballero te advierto que si escoges abajo, las cañas estas se
clavarán en tu alienígena trasero.
-No voy a copular contigo, ente plastiforme con base de
carbono.
-¿Eso ha sido un insulto o un halago?
La alienígena obvió mi
pregunta y me hizo entrega de una especie de casco lleno de cables que sacó de
vaya usted a saber dónde. Los alienígenas debían haber perfeccionado las mochilas
transparentes, sin duda. Menuda tecnología...
-Esto es un transpondedor de emociones básicas
–dijo la alienígena-. Este es el regalo que nuestro pueblo hace a tu raza.
-Lo siento, no tengo moto. Me quitaron el carné por estacionar mi scotter en la barra de un club de carretera. ¿No tendrás alguna
otra de esas mochilas invisibles que te sobre? Eso si que sería un buen regalo y me vendría de perlas para cargar con todo esto cuando vengo a la playa y que nadie piense que soy un voyeur que coge el autobús 27 y hace transbordo al 42 para venir a de Martes a Domin...
-¡Es un transpondedor! -interrumpió la muñeca de plástico visiblemente enfadada- ¿No sabes para qué
sirve?
Vengan del planeta que vengan las mujeres parece que siempre causo el mismo impacto en ellas: sorpresa, hastio, ira y misterio. Lo del misterio es porque misteriosamente todas desaparecen al cabo de un rato.
-Hay mañanas en que me levanto y no sé ni para
qué sirve la toalla del baño, querida. Creo que habéis ido a escoger al humano
menos capacitado.
-Un tranpondedor de emociones básicas es un
adminiculo que te colocas en la cabeza y te obliga a expresar las emociones más
básicas sin ningún tipo de filtro ni moral ni educacional. Nos hemos dado cuenta que el principal
problema de vuestra raza son vuestros dirigentes, los que tienen el poder económico
o social. Imagina que utilizáis esto con vuestros dirigentes… ¡podríais saber
que piensan realmente!
-¿Y cómo funciona?
La alienígena plantó el
caso en mi cabeza y de repente mi boca se abrió y solté toda la sinceridad que
guardaba dentro de mí.
-¿Sabes una cosa? –comencé acercándome
a ella- Lo que en realidad quiero es que acabe esta cháchara interestelar para
arrancarte la ropa a mordiscos y comerte el (censurado) y lamerte los
(censurado) y después meter mi (censurado) en tu (censurado) y coger un tarro
de mermelada y untarte los (censurado) para después comerme la mermelada
directamente de tu alienígena (censurado) y después (censurado) (censurado) (censurado)
(censurado) (censurado) (censurado) y además (censurado) (censurado) (censurado) (censurado)
(censurado) (censurado) (censurado) (censurado) y finalmente (censurado) (censurado) (censurado) (censurado) (censurado)
(censurado) (censurado) (censurado) (censurado) mirando las estrellas.
Como no podía ser de otra manera, la alienígena
desapareció con la misma facilidad con la que aparecían las cosas de su mochila
invisible y nunca más volví a saber de ella. Supongo que volvió a su planeta de
tías buenas de látex o quizás le regaló el caso a algún otro pobre ingenuo motorista.
Al parecer nuestro mundo
no está preparado aun para una invasión de la sinceridad más absoluta.