A veces, incluso en los días más
oscuros de mi oscura existencia, encuentro motivos para seguir adelante, especialmente
en verano, cuando las mujeres reducen todo cuanto textil cubre sus cuerpos y
mis pupilas se dilatan hasta el colapso. ¿Pero y en invierno? El gilipollas
hiberna y sobrevive a base de esas páginas de porno gratis en Internet que
merecerían el Premio Nobel de La Paz. Y es que, además de dedicarme al onanismo
salvaje, en invierno también pierdo el tiempo escribiendo. Y sucede que,
durante todos esos inviernos, entre sexo conmigo mismo y llamadas al Telepizza,
he escrito una novela. ¿Por qué escribir una novela? ¡Porque quiero ser famoso
y firmar en los pechos de mis lectoras! No hay otras respuestas. No obstante,
una vez finalizada mi novela, se me plantearon nuevos retos ante los cuales recibí
ciento de portazos en pleno rostro cual tronista de Mujeres, Hombres y
Viceversa en la inauguración de una exposición de arte. Al parecer, ni en el
registro de la propiedad ni tampoco en las editoriales, admitían que alguien
publicase una novela con el nombre de “Fernando Gilipollas”, cosa que puedo
llegar a entender porque Fernando es un nombre de pila comercialmente terrible.
Así pues, tuve que buscar a un
vecino que publicase la novela con su nombre, me diese todos los beneficios y
además accediese a tener sexo conmigo cuando casi toda la humanidad se
extinguiese por culpa de un virus mutante desarrollado en un laboratorio
secreto en Los Monegros.
Y aquí está el resultado: una
novela de humor negro cuya sinopsis es la siguiente:
En la tradición de la novela
satírica clásica, “La ligereza de la grava” cuenta la historia de Anselmo
Queralt, uno de los hombres más poderosos del país, recién cumplidos los
setenta años, que ahora se encuentra en lo alto de un puente, dispuesto a acabar
con su vida. Lo tiene todo y, no obstante, siente que no ha conseguido nada. Es
entonces cuando aparece Edurne, una insoportable mujer que cambiará todo.
Aunque las cosas no son lo que parecen a primera vista y este encuentro
provocará una serie de imposibles situaciones que acabarán con toda la
civilización al borde del colapso por culpa de tres misteriosos personajes y un
bocadillo de sobrasada con pimientos.
Como podéis ver es una novela que
hace honor a mi apellido.
Si queréis hacer feliz al
onanista que suscribe, comprad cientos de ejemplares y luego venid a la puerta
de mi casa a que os firme los pechos (incluso si sois hombres). Aunque si compráis
un solo ejemplar también puedo darme por satisfecho.
Y no molestéis a mi pobre vecino
Ricardo, ese es tan solo un idiota que ha aceptado poner su nombre porque cree
que, el que su nombre aparezca en la portada de una novela, conseguirá que el
banco le financie su proyecto de ser el primer escritor vivo que no venda una
sola novela en toda su vida. En ello estamos.