No soy yo de esas
personas que puedan considerarse grandes bebedores de whisky ni de licores de
importante graduación de esos que se sirven en una copa de balón y se degustan
junto a un oloroso puro cubano. Yo soy de cerveza, ducados y palillo de madera colgando
de la comisura de la boca. Hispano de toda la vida, como el carajillo de anís y
la Dama de Elche. En este mundo hay personas graciosas y personas agraciadas.
Por desgracia, yo no pertenezco a ninguno de estos dos supuestos. No obstante,
mis habilidades depredadoras en el campo de la caza de las féminas dispuestas a
la cópula sin previo pago, me ha llevado a aprender a mimetizarme en diferentes
personajes que faciliten la labor de aparcar el autobús del amor con mas
frecuencia que la acostumbrada. Uno de estos personajes en los cuales me
mimetizo es el tipo interesante, casi culto, que bebe whisky y lee a Sofocles
mientras el fuego crepita en la chimenea.
Nunca he entendido el motivo pero hay mujeres a las que les gusta esta
raza de personaje culto para el ejercicio de sudoroso empotre, hecho este del
todo contradictorio pues sería como pretender jugar a ajedrez contra Belén
Esteban. Puede que ganes, pero siempre pierdes.
Conocí a la del
whisky en un bar de esos donde no hay serrín en el suelo y los camareros llevan
chalecos con botones dorados. ¿Que hacía yo en un lugar así? La había conocido
semanas atrás en internet y, en la acostumbrada
mentira de la virtualidad, me construí yo un personaje elegante y culto de esos
que parecen salidos de una serie de televisión de la BBC. Pero no, yo
continuaba siendo el mismo solo que me hacía pasar por quien no era para
retozar con quien no podía. El personaje que me había construido era el de un
escritor de mediana edad, culto, que fumaba en pipa y bebía whisky. Y para mi
alegría (aunque terror) conseguí llamar
la atención de la susodicha y nos citamos en este club de fumadores, una suerte
de bar de primera. ¿El problema? Ni soy culto, ni soy escritor, ni fumo en pipa
ni bebo whisky. Pero todo esos eran males menores en comparación con que ella
era una mujer alta, fornida, hermosa y poderosa. Una de esas vestales que beben
whisky y se follan a los hombres de dos en dos para después asarlos y comérselos con patatas. Y no hay nada mas terrorífico para un hombre que una
mujer que se comporta como un hombre.
La mañana anterior
a la tarde de la cita me compré una corbata y unos calcetines negros y procedí
a enfundarme en telajes de adecuada manera para presentarme frente a la diosa
vestal cual macho dispuesto al
sacrificio. Supongo
que ella se sorprendió de ver a un tipo vestido en pleno invierno con chándal,
calcetines negros y una corbata anudada al mi orondo y desnudo cuello pero han
de saber ustedes que en la sorpresa también está el
éxito pues llamar la atención de una mujer siempre es el primer paso para
poseerla. Aunque sea llamar su atención de una manera tan ridícula. Resultó
que, en persona, mi cita era aun mas grande y espectacular que en
foto. Medía casi dos metros y cada una de sus piernas era tan grande como mis
brazos (y eso que mis brazos son grandes). Nos saludamos con un fuerte apretón
de manos que casi acaba con tres de mis falanges y subimos al club de fumadores
que no eran mas que los bajos de un bar, decorados como una taberna inglesa,
con sofás y gente fumando y sirviéndose copazos de coñac. Como un club de putas
para ricos solo que sin putas ni ricos. Mi anfitriona me explicó que el club de
fumadores se financiaba con las cuotas de todos y que lo único que le
diferenciaba de un bar al uso es que aquí no podían haber camareros. Cada uno
se servía la bebida y la pagaban entre todos. Como un botellón para adultos
solo que cambiando el banco del parque por un elegante sillón de cuero.
Tomamos asiento en
uno de los sillones y ella me preguntó que quería. Estuve a punto de confesar
mis verdaderas intenciones y decirle que quería poseerla contra la chimenea
pero en última instancia momento la cordura se apropió de mis palabras y le
dije que bebería lo que ella bebiese y que fumaría lo que ella fumase. Ese fue
mi primer error.
Si no estáis
acostumbrados a fumar puros y beber whisky, os aconsejo que nunca comencéis al
mismo tiempo con ambas prácticas y aun menos con el ansia de quien desea
impresionar a otro. A los diez minutos no solamente estaba borracho sino que
estaba hiperventilado, mareado, confuso y mi cabeza no sabía si me yo era
heterosexual y homosexual. Además el puro me había dejado la boca como el
relleno de un cojín y el whisky sabía a gasolina. Definitivamente, los pobres
no estamos hechos para ciertos lujos, aunque sean menores.
Esa noche tampoco
forniqué. De hecho acabé vomitando lo que había ingerido en las ultimas diez
semanas mientras, a continuación la mujer desaparecía de mi nublada vista. Creo
que no le hizo demasiada gracia que vomitase encima suyo en medio del club de
fumadores.
No es que yo tenga
mucha clase pero al menos, cuando bebo cerveza y fumo ducados, estoy en mi
mundo. Esa es la clave. Manolete, si no sabes torear...
Siempre he pensado que los lujos son para los ricos... porque son de otra pasta. Pero si a un rico le das vicios baratos, estoy seguro de que también vomitaría... Y entre nosotros, si alguien no sabe soportar una vomitona, que no vaya a bares...
ResponderEliminarSaludos.
O sea, mi querido Elvis...que sea como sea, el destino de pobres y ricos es vomitar. El vómito nos une, nos iguala y nos proyecta a un mundo mejor. Deberé escribir sobre su teoría. Es usted como el Paulo Coehlo del inframundo canalla.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
jajaja. El sudoroso empotre :)
ResponderEliminarQue bonito ejercicio, debería ser olímpico.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Y merece la pena tanto sufrimiento en algún caso? Solo para el desdichado y efímero placer de un 'empotre' con cualquiera al que se le pueda retirar la importancia en el tiempo que se tarda en encontrar de nuevo las zapatillas?
ResponderEliminarMerecer, merece. Cualquier sufrimiento que acabe en empotre es siempre un éxtio. Sobre todo para tipos como yo.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
No entiendo cómo no cayó rendida ante los encantos del chándal y la corbata anudada al cuello desnudo. De verdad, no me lo explico.
ResponderEliminarCordiales saludos.
Yo tampoco mi querida amiga. Aunque ya se como he de vestir cuando usted y yo nos encontremos en un bar como prólogo de una noche de mal sexo.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
¿Cómo debe ser la práctica del coito con una mujer de casi dos metros? Uno de los dos acabará partido en pleno follaje. El hombre.
ResponderEliminarUn abrazo.
La práctica del coito con una mujer es siempre un milagro, mida dos metros o no.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Lamento su mala experiencia con la mezcla de puro y whisky. Yo le recomendaría, si me lo permite, para próximas veces, que si el whisky que bebe es fuerte o bourbon americano lo rebaje con agua y escoja un puro suave, donde combinen bien los aromas a cuero, nuez y madera de roble tostado, logrando un equilibrio entre picante y dulce tanto en el licor como en el puro. Si por el contrario el whisky es el clásico escocés o de malta más suave, puede atreverse con un puro fuerte, como Montecristo o Partagás, que contrastará con los aromas ahumados, afrutados o incluso de ligeros toques de vainilla propios de este tipo de whisky.
ResponderEliminarSiempre un placer ayudarle, reciba un afectuoso saludo.
Cuanto se aprende con usted, lástima que este sea un blog de ficción y yo solo beba agua.
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Un completo gilipollas
Como siempre, exquisito.
ResponderEliminarUna completa imbécil encantada de leerle.
Mi querida Sonia. No mareemos la perdiz que la pobre ya tiene lo suyo con evitar cazadores. Forniquemos de una vez.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Gracias querida. Voy sacando el traje de la primera comunión que lo nuestro huele a boda.
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Metro y medio pero todo muy aprovechaico, querida. Como un twingo. Feo y pequeño pero servicial.
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas