Supongo que debería haber sabido
donde me metía cuando conocí a aquella mujer en aquel bar. Supongo que
nunca debería haber entrado pero cuando las ganas de mear son iguales a las
ganas de beber y ambas son exageradas, entonces te metes en cualquier lugar
donde puedas hacer una parada técnica y volver a la pista de carreras lo antes posible. Desconfíen
ustedes de cualquier establecimiento con los cristales tintados porque quien tiene
algo que esconder, suele esconderlo. El bar donde entré tenía los cristales
tintados y una extraña corona de espinas de metal por pomo de puerta con la que
era imposible no sentir cierto dolor al tirar de él. Pero afuera ponía “Bar” y
cuatro letras más que yo desconocía su significado. Con “Bar” tenía más que
suficiente.
El interior del bar era oscuro,
con una larga barra forrada en cuero negro y cadenas colgadas por las paredes.
La iluminación era una especie de lámparas que imitaban a cirios de iglesia.
Había unas cuantas mesas de metal viejo con extrañas sillas, pero nadie a excepción de una rubia al final de la
barra y un camarero lleno de tatuajes y piercings, vestido tambien con unos extraños
pantalones de cuero. Solo los pantalones. Menudo lugar.
Pedí una cerveza y fui al baño, otro lugar tan oscuro y extraño como el resto, pero la cerveza estaba fresca. Más que suficiente para mi. Transcurrida
media docena de botellines decidí que ya había juntado el valor suficiente para
intentar ligar con el único cliente.
La mujer se llamaba Ana, o al menos eso
pude entender. Una hembra imponente, rubia, de pelo corto mal teñido, con varios tatuajes
por el cuello y los brazos. Vestía pantalones cortos y una especie de
camiseta rota por varios lados. Era tan grande como pesada pero eso a mí no me
importaba. Las mujeres son como la carne, cuanto más caras y pesadas mejor (sé
que con esta frase acabo de ganarme la simpatía de todas las feministas que me
leen, si es que quedaba alguna, claro).
Me preguntó si quería tener una
sesión con ella. Cuando una mujer me pregunta algo así lo primero que contesto
es que no tengo dinero. Y además es cierto, no tengo. Ana sonrió y dijo que no
importaba. Nunca cobraba por sus servicios, lo hacía por placer. ¿Entonces qué
diablos era ella? ¿Una prostituta con buen corazón y mal ojo para los negocios? ¿Una inspectora de hacienda
que hace la vista gorda? ¿Una levantadora olímpica de peso que quería entrenar
conmigo? Que importaba eso, las tres opciones me resultaban atrayentes. Y por
vez primera en muchos días (quizás años) conseguía pasar de un “hola” a un “ven
a mi casa” en menos de seis horas.
Vale, nunca me había sucedido
antes.
La casa de Ana era igual de sinestra que todo lo sucedido en las ultimas dos horas, también con cadenas por las paredes, una especie de látigos y ropa
de cuero por todos lados. Que curiosa manera de decorar una casa.
Ana me dejó solo en el comedor y
al poco rato apareció vestida con una especie de body de cuero, medias negras y
una máscara también de cuero. Podía parecer extraño y estoy seguro que algunos de ustedes habrían salido corriendo nada mas ver aquello. Pero más extraño resultaba que
una mujer quiera fornicar conmigo y allí estaba ello frente a una mujer como
aquella. Dudas fuera.
Ana me dijo que le apetecía
atarme. Le dije que podía hacerlo. En realidad le dije que podía atarme,
untarme de miel y asarme al horno si le apetecía. Con una mujer asi frente a
ti, debes estar dispuesto a casi todo. Ana rió y me dio una fuerte bofetada.
Aquel gesto no me hizo demasiada
gracia, pero siempre he preferido una bofetada y un polvo que una bofetada y un
desprecio.
Ana me ató sobre la cama,
completamente desnudo y boca abajo. Dacó un largo látigo de cuero que levantó
sobre su cabeza dispuesto a descargarlo sobre mí. ¿De qué iba todo aquello?
-Un momento, un momento –protesté-
No iras a pegarme con eso ¿verdad Ana?
-¿Ana? –preguntó ella con el látigo
aun suspendido en el aire a punto de caer sobre mis orondas nalgas-. ¿Quién
diablos es Ana?
-Tú, me dijiste que te llamabas
Ana.
-Te dije que me llamases Ama. ¿Eres
idiota o que te pasa? ¿No sabes dónde te metes o qué?
-Me metí en un bar porque tenía
sed y ganas de mear, solo eso.
-Era un bar BDSM.
-Sí, ya lo vi… por cierto ¿Qué significa
BDSM?
-Ahora lo descubrirás, perro –y al
decir comenzó a descargar con furia el látigo sobre mis nalgas desnudas.
No pude escapar de allí hasta
pasada una hora más o menos, cuando durante una pausa conseguí librarme de cuerdas y nudo para salir corriendo como alma que lleva el diablo, completamente desnudo y las nalgas como la bandera de Japón.
Desde entonces, y ha pasado ya más
de una semana, no puedo sentarme en ninguna silla. Pero lo más doloroso no es
eso, lo que realmente duele como nunca antes había experimentado es que necesito volver a aquel bar a volver a
hablar con aquella mujer. Pero esperaré a que pase ciertas inflamaciones en ciertas partes de mi anatomía.
Ay,pobrecito mío,que me lo desgracian.Yo tampoco sé lo que significan las siglas BSDM pero no sé si hubiese accedido a tomarme allí una birra,con uno esgrimiendo un látigo.No sé,igual me pasaba como a tí.
ResponderEliminarYo es que soy tan sufrido que hace una semana que me siento encima de un flotador. Lo sufro en silencio, eso si. Bueno, ahora ya no.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Al final parece que le ha pillado el gustillo a la que no se llamaba Ana.
ResponderEliminarCordiales saludos.
¿Gustito? Bueno... tambien dolor. La tal Ana era como la comida mejicana, maravillosa cuando sucede pero dolorosa después.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Me resulta extraña la actitud de su ama. Esas prácticas sólo suelen ser satisfactorias cuando son consensuadas y consentidas por ambos partícipes (tengo entendido). Si hay algo relacionado con el sadismo ya no estaríamos en el campo del BDSM. Además, no pierda Ud. la esperanza, que sean aficiones sexuales no convencionales no quiere dcir que se excluya el sexo normal. Puede probar con Mitosyl, que utilizan también los ciclistas.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Lo que se aprende con usted, querido...
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Tiene uno que salir meadito de casa. Y dé gracias a que lo puso boca abajo, de lo contrario igual ahora todavía se la estaba buscando.
ResponderEliminarYo salgo siempre meadito de casa, el problema es que me paro en cada bar que encuentro.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Eres GENIAL.
ResponderEliminary me encanta la hello Kitty BDSM.... jajajaja que cuchiii
EliminarA falta de modelos reales pues pongo un dibujo (en efecto, es una indirecta, querida)
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
En ocasiones una buena azotaina en la anatomía es el mejor camino para conseguir una “ana-to-suya”.
ResponderEliminarOiga, aqui el unico que hace chistes buenos soy yo. Que sea la última vez o se llevará una buena azotaina.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Podrías bordar "siempre he preferido una bofetada y un polvo que una bofetada y un desprecio" como lema en tus calconcillos. Probablemente ocuparían toda la cinturilla y, dando la vuelta en el brasero, la ama lectora sabrá a qué atenerse.
ResponderEliminarGracias
No uso calzoncillos, querido Alberto. Y lo que mas me preocupa de todo esto es porque le estoy hablando de mi ropa interior a otro hombre...
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Pues ya entiende mas que yo, querida.
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas