Aseguraba Andy Warhol que todos
tenemos cinco minutos de gloria (a no ser que pierdas el reloj durante una orgía). ¿Estaba en lo cierto? Pues va a ser que sí, incluso más
de cinco minutos. Aunque cuanto más tiempo de gloria disfrutes, mayor será el precio que has de
pagar por ello. Yo tuve apenas algunas semanas de gloria que reposan escondidas en
alguna hemeroteca y que ahora, por vez primera, voy a desvelar en público. ¿El motivo? Han de saber ustedes que hay una diferencia entre un periodista y un cotilla sin escrúpulos. Las máscaras griegas tienen dos caras, a un lado está la
comedia y en el anverso... la tragedia. La auténtica tragedia es que las revistas del corazón no viven solo de la comedia.
Conocí a la Condesa Fetuccini al
Pesto hace ahora justo un año cuando la susodicha daba un traspiés al
bajar de un taxi y caía a mis pies. Fue un amor a primera vista, sobre todo
porque nunca la había visto antes. La sola visión de su peluca rodando calle
abajo movida por el viento, hizo que me enamorase perdidamente de ella. Supongo que mi
amor también fue alimentado al reconocer que era la Condesa Fetuccini al
Pesto, famosa propietaria de un imperio basado en la fabricación
en exclusiva del canutillo de cartón de todo los rollos de papel de WC de
Europa occidental.
Acompañé a la condesa hasta
urgencias donde le diagnosticaron que, además de ser muy vieja, se había hecho
un esguince en el pie. La condesa me preguntó entonces con dulzura si podía acompañarla a casa y yo
accedí inmediatamente mientras por mi cabeza pasaban a toda velocidad imágenes
de mi orondo cuerpo vestido a lo Luis XVI y rodeado de condes y condesas italianas
en algún bonito castillo al borde de algún bonito lago, haciéndome todos reverencias. O
quizás estuviésemos haciendo yoga todos juntos. Las imágenes pasaban a demasiada
velocidad.
Comenzamos a salir y no digo yo que
entre nosotros no hubiese amor, porque lo hubo, un amor alejado de la física y
basado en el cariño, el respeto y varios millones en un banco de Suiza. Pero era amor y nadie tiene la catadura moral para juzgar eso. Y lo mejor de todo es que aunque ella era alérgica al latex podíamos tener sexo seguro sin preservativo. Mas que nada porque ella tenía mas de ochenta años y el sexo consistía en meternos una peladilla en la boca, chuparla y pasársela al otro. Por desgracia un día creí ver a alguien que nos hacía una foto mientras nos pasamos la peladilla de boca sentados en un parque.
-Creo que hoy nos han hecho una foto en el parque, sería un periodista del corazón -dije por la noche.
-No te preocupes cariño –me tranquilizó
la Condesa Fetuccini al Pesto mientras dejaba los dientes en un vaso de cristal
de Murano después de haber cenado corzo con almendritas saladas- solo sale en
la prensa rosa quien desea salir.
Por desgracia pronto descubrí que
esta suerte de honestidad periodística estaba tan pasada de moda como el
peinado de la propia condesa. A las dos semanas había fotos de nosotros pasándonos la peladilla, paseando de la mano por las Ramblas de Barcelona (ella con andador), bañándonos en la playa (ambos con traje de neopreno) o
comprando yougures marca blanca en el Mercadona.
-¿Pero tú no me dijiste que solo
salía en la prensa del corazón quien quería salir? –protesté moviendo las revistas
donde aparecíamos frente a su ajado rostro.
-Cállate y pásame la sal baja en
sodio
Dos semanas más tarde, mientras hacíamos
juntos un puzzle de diez piezas y viendo un
programa de televisión, llegó hasta nuestros oídos que una periodista hablaba de nosotros. Bueno, solo hasta mis oídos porque la Condesa Fetuccini al
Pesto era mas sorda que el gato de escayola que había encima de la chimenea.
-¿Esto es amor? –se preguntaba la muñeca
diabólica mirando directamente a la cámara mientras se sobreimpresionaba una foto de la condesa y yo comiendo una regaliz cada uno por un extremo- un hombre joven aprovechándose de
una anciana. Siempre es lo mismo. Aquí ni hay amor ni hay nada.
-También puede suceder que sea
amor verdadero ¿no crees? –preguntó el moderador del espacio de corazón que era
una especie de fotocopia de The Rock reducida al 75%.
-Ese tipo seguro que va con ella
por su dinero. Como Mariana cuando iba detrás del Marqués de Gruñón.
-¿Por qué crees que eso no es
amor? –preguntó el moderador intentando que sus dientes luciesen tan blancos
como oscuro lucia su bronceado-. La condesa siempre ha sido muy discreta y el gordo es un desconocido. ¿Qué sabemos de ellos?
En ese momento apareció en la
parte inferior un teléfono de aludidos así que arranqué de la mano de la
condesa el teléfono con el que hablaba con su madre y marqué el número que aparecía
en pantalla.
-Soy el gilipollas al que hace
referencia la muñeca diabólica esa que habla de los demás como si ella fuese
perfecta. El que se zumba a la Condesa Fetuccini al Pesto. Bueno, no zumbamos,
aun no. Lo nuestro es platónico.
Vi como la muñeca diabólica
sonreía de manera burlona en mi televisor.
-¿Te gustaría que investigará
sobre tu vida y luego contase mentiras en televisión? –pregunté.
-¡No! –dijo rápidamente el moderador-
Todo fue un malentendido con un amigo y una botella de aceite corporal que
cerraba mal.
-No hablo de ti –interrumpí de
inmediato- hablo de esa mujer que está sentada ahí y que se permite el lujo de decir mentiras de los demás
como si ella fuese perfecta. ¿Tú te llamas periodista, bonita?
-Tengo la carrera de periodismo –dijo
ella- dos masters y el premio nacional de periodismo.
-Ah bueno, entonces sí- contesté
yo- pero aparte de eso ¿Qué derecho tienes tu a hablar mal de quienes no te
caen bien? El periodismo del corazón no tiene nada que ver con el periodismo porque basáis vuestra información en suposiciones. Os pagan
tan bien que tenéis que inventaros las cosas porque no hay teta para tanto
mamón y si os calláis no os pagarían. ¿Y vosotros os llamáis periodistas? Puede
que no esté aun enamorado de la condesa Fetuccini al Pesto pero la quiero más
de lo que tú querrás nunca a nadie.
El moderador se puso en pie y
comenzó a aplaudir.
Y diciendo esto colgué el teléfono,
apagué el televisor, le di un beso en la mejilla a la Condesa Fetuccini al
Pesto y volví a mi casa para continuar con mi vida lejos de toda aquella mierda.
De acuerdo, no iba a ser famoso,
iba a perderme muchas cosas, iba incluso a vivir una vida aburrida. Pero al
menos nadie contaría mentiras sobre mí, sobre nosotros. ¿Pensais que hice una idiotez? Seguramente si. Pero en la balanza de la felicidad, perder la privacidad pesa demasiado para que ninguna otra ventaja consiga equilibrarla. Una semana más tarde recibí un
sobre con franqueo de Italia y remitente de la Condesa Fetuccini al Pesto. Por
desgracia nunca supe lo que decía porque, a raíz de la ruptura, había entrado yo
en una profunda depresión de la que solo salí gracias a mi afición por la
filatelia. Lo que había sucedido es que recorté los sellos y tiré el sobre.
Quizás habría sido más inteligente hacerlo al revés, pero yo nunca he sido
demasiado inteligente. Soy honesto pero no inteligente. Demasiado honesto me temo. Un completo gilipollas ahora que lo pienso, vamos.
Condesa Fetuccini al Pesto, me quedo con Salsa Carbonero, sin salsa rosa.
ResponderEliminarUsted quédese con la salsa carbonero que yo me quedo con Iker.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Las muñecas diabólicas... sí señor,habría que ponerles unos paparazzi y ver,entonces,su reacción.
ResponderEliminar¿Quién vigila a los vigilantes? Exacto, querida...
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Señor Giliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, que tal su vida? Yo un poco desaparecida, pero siempre pensando en usted.
ResponderEliminarun besito a ver si así salimos en una revista de esas
Yo prefiero salir en una revista porno, querida. Bienvuelta.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
No me diga que su historia de amor con la Condesa Fetuccini Al Pesto se fue al garete por culpa de unos "periodistas" desaprensivos... ¡Búsquela! Era una historia preciosa.
ResponderEliminarSer honesto no tiene por qué significar ser gilipollas, aunque tampoco son términos excluyentes, me temo.
Cordiales saludos.
¿Y si usted y yo nos liamos y luego vendemos la historia a la prensa rosa? Incluso aunque no la vendamos, yo siempre salgo ganando... ;)
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Fetuccini al Pesto.... mmm delicioso. a mi me gusta agregarle un poco de salsa Alfredo para ponerlos cremositos. Perversiones de las cougars.
ResponderEliminarMe gustan las cougars sudorosas... y el chocolate con churros.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Querida Susana... ¿le da pena la condesa al Pesto? ¿Y yo que?
ResponderEliminar:)))
Siempre suyo
Un completo gilipollas
Lo único que me sabe mal, es que no te la zumbases. Entiendeme, la tenías a huevo (a dos) y tu vida sexual no es un deshecho de ocasiones. Ahí te pudo el romanticismo y de lo contrario podrías tener ahora un hermoso y rollizo heredero. Gilipollas perdido.
ResponderEliminarLa susodicha tenia como 100 años tirando corto. ¿A esa edad pueden darme herederos?
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas