Conste que nunca he sido un mitómano en exceso en lo que se refiere a los artistas de cante no regional. Cantantes de la tercera edad como los Pet Shop Boys, Alaska o Iggy Pop me parecen más propios del Karaoke del jueves por la tarde del asilo “El Retiro Feliz” que alguien dispuesto a dejarse una juventud -que ya no tienen- en el escenario. No digo que sean malos profesionales, estoy convencido que, cual piloto de F1, llevan al límite sus prótesis de cadera y han de hacer auténticos esfuerzos para que no les caiga la dentadura postiza cuando hacen playback de su juvenil voz. Todos tenemos derecho a alargar nuestra vida laboral hasta que el público se canse de nosotros pero no imagino a Nacho Vidal fornicando con 70 años ni a Silvester Stallone haciendo películas de acción con 70 años… bueno, lo segundo sí. Pero sigue siendo respetable, todos añoramos lo que hemos perdido y si a estos señores les pagan por demostrar que han perdido algo, bien por ellos.
¿Cuál es el origen de este post? Conozco a dos mujeres (recuerden, yo no tengo amigos) que son fans a morir de Miguel Bosé y George Michael respectivamente, fans desde que ambas eran adolescentes y ellos ya eran treintañeros. El inevitable paso del tiempo ha hecho que ellas sean unas interesantes maduritas y Miguel Bosé y George Michael sean unos ancianos que a duras penas sostienen su gloria en el escenario y a los que en vez de tangas tiran bragas-faja color carne o ojos de vidrio Pero es que además las dos están enfrascadas en una batalla por demostrar cuál de sus ídolos sigue siendo mejor. Es como si yo cogiera dos gatos atropellados en una noche de lluvia en una autopista, colocase sus cadáveres en un escenario y pretendiese descubrir cuál de los dos maúlla mejor. El contrasentido de todo esto es que en vez de asumir que sus ídolos usan pañales, se empeñan en intentar demostrar que el viejo A es mejor que el viejo B sin darse cuenta que en esta ecuación A+B = 2 viejos. Todos llegaremos a viejos, la suerte de los profanos es que envejecemos con relativa dignidad. Las viejas glorias deberían aprender un poco de su geriátrico público. He dicho.