A lo que vamos: la semana santa. Debo confesar que de santo tengo poco y es mas por una castidad forzada (forzada por ustedes, las señoras) que por pura convicción. Las religiones, todas por igual, me parecen un error social solo comparable a la prohibición de llevar minifalda en las corridas de toros o la creación del Ministerio de Igualdad. ¿He comenzado fuerte? Déjenme que les explique cuando acaben de abuchearme. El Ministerio de Igualdad es una falacia porque ustedes, las señoras, son infinitamente mas capaces que nosotros, los hombres. Por eso nunca seremos iguales. El Ministerio de Igualdad tendría que focalizar todos sus esfuerzos en que los hombres algún día alcancemos las capacidades de ustedes, las mujeres.
He vuelto a salirme de el tema. Volvamos pues a la Semana Santa. Antes que nada quiero pedir disculpas a aquellos para quienes la semana santa es algo santo que merece un respeto de todos por igual. Por desgracia yo solo respeto en aquello en lo que creo y como nunca se ha aparecido un santo a los pies de mi cama ni tampoco he conocido una virgen en mi cama, entenderán pues que no crea ni en vírgenes ni en santos. Solo puedo creer en aquello que puedo tocar o ver. No creo en la valentía ni en la bondad, no creo en ángeles ni demonios, por no creer no creo ni que me quede un trozo de hígado sano. La octava cerveza del día (y son las ocho de la mañana) confirmaría eso.
¿Tenemos derecho a critica la fe ajena? ¿A reírnos de las creencias de quienes nos rodean? Personalmente creo que es un ejercicio de libertad (y sobretodo sanísimo) reírnos de cualquier cosa, incluso criticar. Sin critica -ni humor- todo carece de sentido. Eso si, mis queridos animales de compañía, para reírnos o criticar a los demás primero debemos comenzar por nosotros mismos. No como ejercicio de igualdad sino para estar preparados a las posibles réplicas envenenadas
La Semana Santa solo me interesa porque tengo cuatro días de fiesta. Por nada más. Las religiones solo me parecen útiles cuando consiguen que deje de trabajar. Navidades, Semana Santa y otras fiestas religiosas se me antojan el mejor invento del mundo. En el otro lado de la balanza me resulta ridículo que cientos de personas entren en grandes construcciones de piedra para rezar unidos frente a la estatua de un señor clavado en una cruz. Yo mismo se de la inutilidad de las plegarias, cientos de veces he rezado a cientos de dioses diferentes para que Judit Mascó apareciese en mi cama o para que Isabel Coixet deje de filmar películas pero ni lo uno ni lo otro sucede. A veces pienso que es una ventaja, imaginen que Dios confunde las peticiones y me despierto junto a Isabel Coixet en mi cama. No creo en los milagros ni en la fe ni en las plegarias y me entristece que esta realidad moleste a quienes si que creen. ¿O es que solo se pueden pedir cosas bonitas a esos Dioses? ¿Acaso no sería bonito dormir con Judit Mascó? ¿Acaso el mundo no viviría mejor sin las películas de la gafapasta?
No creo en religiones pero si que creo en la Semana Santa. Tengo cuatro días de vacaciones gracias a que unos romanos con mala leche clavaron a un hippie en una cruz de madera. Gracias señores romanos. En ustedes si que creo, hacen unos calamares estupendos.