"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla... está hecho" (Groucho Marx)

2 nov 2014

La mujer del autobus, un pene descomunal y Pocoyó

Hace no demasiado, en un autobús conocí a una mujer llamada Laura quien aseguraba que la gente no cambia y, como consecuencia, parecemos destinados a no poder reescribir nuestras vidas sin volver a equivocarnos. En primer lugar eso de que la gente no cambia es un argumento equivocado, miren ustedes a Michael Jackson (que nació negro y murió blanco) o a Mariano Rajoy (que era tonto y ahora es presidente del gobierno). Y respecto a lo de volver a equivocarse recuerdo una vez que me besé furtivamente con una corista de mediana edad a la que le sobraban unos cuantos kilos y le faltaban unos cuantos dientes. Fue un error porque, aunque le faltaban la mitad de los dientes, comía cebollas como quien come manzanas. Imaginen su aliento. Me equivoqué al besarla y me equivoqué 37 veces seguidas al hacerlo. Pero es que quien se niegue el placer, sea del tipo que sea, se está negando un fascículo de la enciclopedia de la felicidad. Aunque la felicidad huela a cebolla.

Sigamos con la mujer  del autobús que me encontré hace unos días. La primera vez que la vi discutimos sobre si la gente cambia o no y en la segunda ocasión apenas pude hablar con ella por culpa de un maldito teléfono móvil. Pero como no hay dos sin tres, he de informarles a todos ustedes, mi queridos animales de compañía, que ayer volví a ver a Laura, bajando del mismo autobús de siempre, vestida con una magnifica falda corta que dejaba al aire unos maravillosos y potentes muslos y un jersey tan apretado que podía adivinar los lunares de sus descomunales pechos a través de la lana cual Sandro Rey en sus mejores tiempos (si es que alguna vez los tuvo).

La mejor manera de abordar el fracaso es hacerlo caminando directamente hacia él, con convicción y firmeza. Así lo hice, interponiendome entre Laura y su destino. Cosa que, teniendo en cuenta el diámetro   de mi cintura, fue de lo más fácil.

 -Hola, ¿se acuerda usted de mi?
 -¡Cómo olvidarte!
 -Pues cerrando así los ojos con fuerza y...
 -Era solo una expresión, gilipollas.
Sonreí para mis adentros, en concreto para el hígado y el corazón. Ella se acordaba de mi apellido. O me estaba insultando. Sea como fuere, ella se acordaba de mi. Ya es mas de lo que esperaba de mi reencuentro con Laura.

 -¿Puedo invitarla a tomar una copa?
 -Mejor no, en serio. No quiero ofenderte pero ya hemos pasado por esto.
 -De acuerdo, solo una hipótesis... ¿y si yo tuviese un pene de 35 centímetros de largo?
 -No tienes un pene de 35 centímetros.
 -¿Que parte no ha entendido usted del término "hipótesis"?
 -¿Por qué insistes tanto cuando sabes que no quiero repetir errores?
 -Porque me vuelve usted loco, querida.
 -Pero no me conoces de nada.

Acababan de cazarme de un certero disparo al corazón. ¿Debía confesar entonces que lo que me volvía loco eran sus impresionantes muslos y sus descomunales pechos? Por supuesto, eso me atraía demasiado, pero también el resto. Una mujer no es solo unos pechos y unas piernas, hemos de aprender a mirar mas allá del placer, mirar a la persona en toda su dimensión. Y eso era precisamente lo que yo estaba haciendo con Laura. Una mujer que no era solo muslos y pechos... porque Laura también tenía un culo de infarto.

 -Lo que no puede ser, no debe ser -sentenció ella.
 -Déjeme conocerla...
 -Si te dejase conocerme deberíamos compartir tiempo, debería dejar a mi familia o a mis otros amigos para dedicarme a ti... y se que no funcionaría. Mi vida es demasiado complicada.
 -Es porque soy gordo ¿verdad?
 -No, es porque eres tonto. Ya hemos hablado en dos ocasiones antes y siempre te has comportado como un salido que solo quiere meterse entre mis pechos.

La verdad es que Laura no iba demasiado desencaminada. ¿Pero cuantas veces han encontrado ustedes al amor de su vida después de meter la cabeza entre sus pechos o sus piernas?

 -Puedo cambiar -afirmé yo convencido.
 -También hemos hablado de eso, gilipollas. La gente no cambia.
 -Quizás, si me da usted una oportunidad y acepta a sacrificar un poco de su escaso tiempo por mi... obtendrá su recompensa y al mismo tiempo podré demostrarla a usted que he cambiado. Le prometo que no la defraudaré, la prometo que no la deseo solo por su impresionante cuerpo.

La mujer me miró sin saber que decir. Esa es otra de las tácticas que mejor funcionan: prometer hasta meter y una vez metido, olvidar lo prometido. ¡Eh, no me juzguen ustedes! ¡Soy hombre! Y ya saben que obsesión tenemos los hombres por el Pocoyó que tiene toda mujer entre las piernas.

 -Un café, diez minutos -dijo ella suspirando como quien acaba de perder mil millones en la bolsa- dentro de una semana. Aquí mismo, a esta hora. A la primera que me mires el escote o hagas cualquier comentario sobre mi cuerpo, no volveré a dirigirte la palabra.

De repente, el Sol comenzó a lucir bien fuerte en lo alto, las nubes se separaron de golpe y los pájaros revolotearon a nuestro alrededor. La esperanza es una manera de felicidad futura que se contagia del presente.

 -Prometido -dije apartándome y dejándola pasar.

Esta vez estaba dispuesto a no equivocarme porque, queridos míos, las segundas (terceras y cuartas) oportunidades no están para repetir errores sino para evitar caer en esos mismos errores. Y yo estaba dispuesto a conseguir conocer a Laura y que ella me conociese y que este mutuo conocimiento ablandara nuestros corazones... y de paso si aflojaba su tanga, pues casi que mejor.

¿Que cómo se que ella llevaba tanga? Puestos a imaginar, mejor tanga que braga-faja. ¿No?


8 comentarios:

  1. ¿Seguro que Laura no es campeona de algún deporte? Últimamente temo por su integridad física... Cordiales saludos.

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    1. Si querida... es campeona del mundo de rechazarme. Vamos a por el récord.

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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    1. Mientras caiga tobillos abajo...

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  3. Estoy con Adriana, con mini falda Bragafaja fijo.

    Por otro lado, ya tengo ganas de saber qué pasará en ese café.

    Salud!

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    1. Yo también tengo ganas de saber que pasará en ese café, querida. Es mas, tengo MUCHAS ganas.

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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  4. Seguro que le pone a prueba poniéndose un escote de vértigo. Fernando, mire siempre a los ojos aunque ella se toque la cadena del cuello o el pañuelo, el que avisa no es traidor. A ver qué pasa en ese café!!!
    Saludos, Fernando.

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    1. ¿Me está diciendo usted que con un escote así tengo que mirar siempre a los ojos? ¿En que universo vive usted, querida?

      Siempre suyo
      Un completo gilipollas

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