El otro día rasgué este virtual
papel intentado contar sobre los coños así que hoy voy a escribir sobre pollas
(no me refiero a garabatear encima de un miembro masculino). Mi primera
intención cuando escribí sobre coños era evitar escribir sobre pollas, en
primer lugar porque hacer algo para que
el mundo sea más ecuánime me parece una soplapollez (nunca mejor dicho) de
épicas proporciones. Si existe la justicia, yo alguna noche debería haber
tenido sexo con una top model mientras Flavio Briatore tenía sexo con una mujer
desafortunada a las cinco de la mañana en un cajero automático mientras un
puñado de vagabundos aplauden. Las cuotas y la igualdad me la traen al pairo
por el simple motivo que nunca he visto un mundo justo. La justicia existe solo
en la mente de los abogados y las feministas. La realidad es que voy a escribir
sobre pollas solo porque la presidenta de mi club de fans lo ha solicitado educadamente
y además me apetece dar la visión complementaria del coño. También porque la
presidenta de mi club de fans huele fuerte, empuja un carrito de supermercado
lleno de latas, está rodeada de gatos y va siempre con un cuchillo de cocina en
una mano.
Vaya por delante confesar que no
he visto tantas pollas como coños en persona. Pollas he visto la mía y la de un
señor engalanado con una gabardina que repartía dulces en la puerta de mi
colegio. Coños he visto el de mi madre (aunque no lo recuerdo) y el de media
docena de animadoras de un equipo de baloncesto que olvidaron ponerse la ropa
interior. Cierto es que en películas porno hay pollas y coños por doquier, como
si se tratase de una frutería descontrolada. Pero las cosas que vemos en las
películas no suelen ser la realidad, a no ser que la directora sea Isabel
Coixet (que entonces son realidad pero provocan la profunda siesta).
Una polla, como diseño, es un rotundo
triunfo de Dios nuestro señor. Dice la biblia que Dios creó el hombre a imagen
y semejanza suya. Así pues Dios nuestro señor debía tener pene. La pregunta
es... ¿quien puso entonces un pene a Dios? Quien fuese que lo hiciese lo
primero que hizo fue mirar las manos de Dios y pensar "necesito algo que
se acople a eso" y creo un cilindro de múltiples utilidades. No obstante,
ir siempre con el cilindro a cuestas preparado para el amor propio o ajeno no
parecía una buena idea así que ese mismo alienígena pensó "voy a hacerlo
extensible, como las antiguas antenas de los coches". Y así se creó la
polla y luego Dios, armado del cilindro, creó el monedero femenino para guardar
ese cilindro. Y esta es la historia verdadera de porque tenemos tantas pollas y
tantos coños (aunque no los dos al mismo tiempo, bueno... en una orgía si).
Quizás lo de que los alienígenas creasen el pene de Dios a imagen de una antena extensible de coche
sea una licencia exagerada pero en mi imaginación las cosas suceden así.
Pero eso es solo porque los
hombres somos tan simples que cualquier mecanismo más complejo que agitar
hubiese significado la extinción de la raza humana. Porque, en efecto amiguitos
onanistas, el placer es el engaño para perpetuar la raza. Sobre todo si eres
del Opus Dei. Tanto pollas como coños están diseñados de manera complementaria
para que las mujeres sigan pariendo políticos y banqueros. Todo un acierto.
A los hombres nos gusta nuestra
polla pero no las pollas de los demás. En los vestuarios masculinos los hombres
siempre evitamos mirar los penes de otros hombres. Cosa que no sucede en los
lavabos, donde involuntariamente los ojos se nos van al pene del tipo que está
miccionando a nuestro lado. Yo tengo una teoría de porque en los vestuarios
evitamos mirarnos las pollas pero en los lavabos no. Mi teoría es que los gais
mean sentados, así pues, los hombres que meamos de pie somos heterosexuales y
podemos mirarnos los penes sin temor a darnos un beso en la boca. Por otro
lado, en los gimnasios, ahí es imposible saber quién es gai o no, así que
evitamos mirarnos los penes para evitar acabar todos en las duchas haciendo un
remake grupal de "Espartaco". Todo
esto no sucede porque a los hombres nos preocupe ser gais sino porque si
metemos nuestra polla en agujero del mismo sexo, la humanidad entonces sí que
se extinguiría. O solo habría hijos del Opus Dei. Que no sé que es peor. Sea
como sea, al hombre solo le gusta su polla, no porque sea grande ni bonita sino
simplemente porque es suya. Bueno... mi polla también es de ustedes si son top
models que se han aburrido de Flavio Briatore
Espero haberles ofendido a todos
y a todas con estos dos textos sobre pollas y coños. Esa era mi única
intención. Si no... siempre puedo hablar de tetas de manera decididamente
ofensiva.
Pues que venga el de las tetas!
ResponderEliminarPronto vendrá el de las tetas... pronto. No se me impaciente usted, querida.
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Eso eso! ¡esperamos el de las tetas!
ResponderEliminarPronto, pronto...
EliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Ye hemos tenido culos, coños, pollas y pronto tendremos tetas ¿Qué nos falta? El hipocampo, ¡que nombre tan bonito!. Y es ahí donde se concentran las pasiones más ocultas, los deseos más intensos y las compulsiones ancestrales. Por favor, Fernando, háblanos del hipocampo. Besotes, Ana.
ResponderEliminarQuerida Ana, le hablaría largo y tendido del hipocámo... sobre todo tendido. Pero me temo que soy mas de culos.
EliminarFemeninos.
Siempre suyo
Un completo gilipollas
Ahora entiendo porque mis amigos solo son pitufos y elfos...
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas